«Qué cosas, ¿eh? Cada vez hay más extranjeros en el mundo». Lanzó la boutade al aire como si no fuera con nadie. Y pasó de largo. Pasó como un extranjero. Uno más de este mundo. Uno de esos que se ahogan en sus tierras anegadas por un mar de hambre, uno de esos que atraviesan desiertos en pos de espejismos que se hacen añicos una vez tocados, uno de esos que cruzan el estrecho indiferente de nuestra conciencia, uno de esos que sueñan con trabajar para ganarse la vida y pierden la vida por trabajar, uno de esos que no son personas sino un tráfico ilegal, uno de esos explotados, uno de esos que llegan del sur. Indefectiblemente del sur. Porque todos llegan del sur. Porque el sur está en todos los lados.
El sur está en las afueras de París, donde habitan los que no tienen ni la piel clara, ni apellido que rime con Cognac, ni profesión liberal, ni otra profesión, ni futuro, sólo un papel que les nacionaliza franceses, hijas e hijos de inmigrantes, de extranjeros, extranjeros ellos mismos por mucho que ese mismo papel afirme lo contrario. A quién puede extrañar entonces que se revuelvan contra esa sociedad, contra la policía que les encarcela en su extranjería.
Hace un año que la revueltas de las banlieues conmocionaron a la opinión pública francesa. La marginalidad, decepcionada por la incompetencia de la política, llamó a la puerta de los medios de comunicación para denunciar la desigualdad de una República en absoluto fraterna y aún menos libre. Pero todo quedó en imágenes de barricadas de fuego, porque los discursos y las promesas se hicieron cenizas, y la marginalidad quedó nuevamente marginada de los grandes titulares de la prensa.
Las violencias policiales que detonaron aquellas revueltas no han cesado. Alguna vez los grandes medios de comunicación galos se han hecho eco de ellas. Alguna vez. Una mujer apaleada en comisaría, agentes que entran en una escuela en busca de un hijo de inmigrantes para expulsar de una vez a toda la familia, policías proxenetas, amenazas, insultos, abusos de todo tipo...
Una año después las revueltas de París regresan a la actualidad, a los grandes titulares. Rotundamente, es cierto, cada vez hay más extranjeros en este mundo. Despojados de sí mismos por el neoliberalismo, desnacionalizados y empobrecidos por el capital, despreciados en masa por todos los estados, los del norte y los del sur. Extranjeros. -