Si bien el dinero, muchas veces, no tiene patria, el capital demuestra tenerla a veces por mucha globalización y neoliberalismo que se estile y es moda. Con las antiguas pesetas, la especulación era más clara. Supongamos que en Madrid, París y Londres hay un mercado libre de divisas y que los tipos de cambio que se forman son los precios de equilibrio según las demandas y ofertas respectivas. Los tipos de cambio en un momento determinado son, digamos, en Madrid un franco francés igual a 12 pesetas; en París una libra esterlina igual a 13 francos y en Londres una libra igual a 167 pesetas. En Madrid un especulador adquiere con un talego de mil pelas 80 francos que los lleva a París y los cambia por libras esterlinas recibiendo 6 libras que cambiadas en el mercado de Londres por pesetas se convierten en l.027 calas. O sea, que las primitivas 1.000 cucas se han convertido en 1.027 pesetas mediante esta operación triangular.

Con el famoso capital transnacional parece como si éste campara por encima de los estados nacionales y al margen de eso que se llama «política». Una cosa sería la economía y otra distinta la política, lavándose el Estado las manos fisiócratas. Y no. La última movida que ha habido en el Estado español entre el sector eléctrico y las constructoras del cemento lo demuestra. El sector eléctrico es estratégico en cualquier país capitalista porque, además de su importancia económica, no es menor la política y social. Es, también, un sector intervenido, por mucho «neoliberalismo» que se cacaree. La empresa alemana E.on ha intentado hacerse con Endesa y una decisión política del Gobierno del PSOE lo ha impedido. El Gobierno apoyó la Opa de Gas Natural sobre Endesa en su día y fracasó, pero no ha permitido que el capital extranjero, aunque sea europeo, se haga con ella. Para ello ha susurrado a las constructoras que se hagan con importantes partidas accionariales del sector energético, sobre todo la ACS del testaferro Florentino Pérez en Iberdrola. El enorme desembolso inversor efectuado no se corresponde con las expectativas financieras. El sector eléctrico se viene quejando desde hace tiempo por culpa de la subida del barril de petróleo. Las constructoras del ladrillo, podridas de dinero luego de años y años de vacas gordas ,están tocando techo y, sin embargo, el Gobierno las ha convencido para que penetren en un terreno inexplorado por ellas. Y ello con dos objetivos que benefician a ambos: que la energía no caiga en manos de los cayucos de lujo (E.on) ­el capital blasona de patriota­ y la perspectiva, a cambio, de nuevos y suculentos negocios por parte del Gobierno a las constructoras. Nosotros, los mortales, a hacer la declaración de la renta. -