MADRID
Lluís Llach continúa con su gira de despedida de los escenarios tras 40 años de carrera artística, con unos conciertos que hace «sin tristeza, con una alegría enorme y con el privilegio de poder decir gracias a toda la gente que conmigo ha practicado la tolerancia», manifestó ayer.
Confesó en Madrid que comenzó a pensar en su retirada hace seis años, cuando tuvo las primeras «sospechas» de que la energía que le ha movido «estaba en peligro de agotamiento».
Hacer esta gira, que concluirá en la primavera del 2007, le parece la manera «más elegante» de decir adiós y «acabar antes de que las cosas no tengan la brillantez que quizá aún puedan tener» y antes de que deje de sentirse cómodo con su profesión.
Asegura que en sus 40 años de carrera siempre ha procurado que «estuviera presente el verbo aprender porque en música siempre hay un horizonte inmenso de ignorancia» y que en ella siempre ha evitado repetirse e «intentado abarcar los 360 grados».
Llach, que acostumbra a denunciar los abusos políticos sobre el escenario, explicó que en estos momentos le pone los «pelos de punta la falta de altura política que ha fagotizado los valores más democráticos. Esa derecha reduccionaria que minimiza la conducta política a la confrontación. Volvemos a estar aposentados en dos sillones con un abismo inmenso entre ambos. La confrontación y la crispación son una excusa para llegar al poder», opinó. El cantautor espera que la ciudadanía «tenga la astucia para evitar una hecatombe».
Explicó que su próxima aparición será en Madrid en agradecimiento a la fidelidad de su público, que ha practicado la «tolerancia cultural» y que ha llenado los recintos en donde ha actuado cada año, a lo largo de estas cuatro décadas. «Es la manera más elegante de dar las gracias al público», confesó el cantautor que debutó en Madrid en 1970 con un concierto que le serviría para ser censurado por la dictadura franquista, prohibiéndole volver a cantar sobre los escenarios porque «revolucionaba al público con la mirada».