El Parlamento de Gasteiz volvió ayer a reiterar una vez más su defensa del derecho de la ciudadanía vasca a decidir libre y democráticamente su propio futuro, al tiempo que apostó por «abordar un diálogo integrador y sin exclusiones que permita alcanzar un acuerdo sobre los aspectos básicos para la normalización política». La propuesta llegó muy distanciada temporalmente del momento en el que fue presentada, a los pocos días de que Montenegro accediera a la independencia a través del ejercicio del derecho de autodeterminación. Este retraso generó un efecto contradictorio. Por una parte, en un momento en el que el proceso se encuentra en una situación difícil, es bueno que una institución del peso de la Cámara autonómica reitere su pronunciamiento nítido en defensa del derecho a la libre determinación. Pero, sin embargo, por otra parte, cuando esta cuestión a buen seguro está siendo abordada por las fuerzas políticas en sus conversaciones para alcanzar un preacuerdo que dé paso a la mesa de partidos, quizá no era el mejor momento para que cada cual se viera obligado a hacer un ejercicio de reafirmación pública de sus posiciones políticas.

En todo caso, el resultado del debate de ayer debe servir al PSE para convencerse de que no puede seguir huyendo del mismo. Patxi López hizo un ejercicio de escapismo; obligado como estaba, además, a defender una enmienda del 16 de junio, evitó en base a los legalismos afrontar la cuestión de fondo. Lo considere un derecho ­como se recoge en los convenios internacionales­ o una reivindicación ­excusa empleada para negarlo­ hay una mayoría social que aquí y ahora exige decidir libremente su futuro sin más límites que los que democráticamente se acuerden. Esa es la situación a la que los partidos vascos deben dar una respuesta consensuada. Y para ello es posible que sea preciso eludir términos que se han convertido en tabúes y hacer ejercicios imaginativos que contribuyan a no herir ninguna sensibilidad. Pero, en todo caso, el uso de palabras no debe diluir lo sustancial: la existencia de una nación con derecho a decidir su futuro en democracia, en libertad y en igualdad de condiciones para todas las opciones.

Ahí está, además, la llave para la superación del conflicto en los términos violentos que lo han caracterizado en las últimas décadas y encauzarlo definitivamente hacia la confrontación democrática. Profundizar en la democracia, extender y universalizar los derechos, no es pagar un precio político, es contribuir a alcanzar un futuro más justo. -