Hace ya una semana que estábamos sentados en los bancos de la calle Génova tras haber superado un tan importante como ineficaz cordón policial que trataba de controlar los accesos a la sede de la Audiencia Nacional. Jor- nada tensa tanto por la responsabilidad derivada de lo que se juzgaba la libertad de expresión de los presos vascos, la cadena perpetua como por las circunstancias que ro- deaban el caso en forma de asfixiante presión mediática y, también, por los más que previsibles incidentes, toda vez que había convocada una concentración de ultraderecha para protestar por lo que calificaban de inadmisible rendición: la anunciada rebaja de pena por parte de la fiscalía.
Pese a tanto dispositivo policial, los concentrados cortaron el tráfico de una calle importante durante más de una hora y los más alborotadores, bien conocidos, entraron a la sala de audiencia y profirieron sus explícitas amenazas contra el acusado de amenazas implícitas. Si los protestantes hubieran sido de otro pelaje, ni cortan el tráfico durante tiempo, ni llegan a entrar en el juicio y desde luego van a casa calentitos.
En días anteriores a la vista habíamos alertado de que los rumores sobre supuestas rebajas de pena no eran más que eso, rumores. Había que esperar a la vista oral y allí se vería. Porque ante lo que se había filtrado parecía que ya estaba todo hecho y que el riesgo había desaparecido. Nada más lejos de la realidad. Por un lado porque la AVT mantuvo sus conclusiones impertérritamente, sin ofrecer un solo argumento jurídico que las justifique. Y por otro porque el fiscal, al final, no hizo una petición de seis años como reiteradamente se venía anunciando, sino de trece, con una alternativa subsidiaria de cuatro. Café para todos.
Muchos medios de comunicación han destacado el valor del fiscal que había hecho una petición de 96 años y se negó a asistir al juicio ante la orden de la superioridad de que modificase sus conclusiones, técnicamente inmantenibles, y las adaptara a parámetros jurídicos y no de oportunidad o políticos. Me inclino por pensar que se trata simplemente de mantenella y no enmendalla, porque la acusación y las penas eran desquiciadas. Bastó para comprobarlo con oír los argumentos del letrado de la AVT para mantener su posición: derecho penal del enemigo en estado puro. No se juzgan los hechos, sino al autor. Pero aquello terminó y quedó visto para sentencia. Ahora estamos pasando la tensa espera.
Ciertamente, la experiencia enseña que cuando van a producirse buenas noticias, suelen ocurrir en los días inmediatos. En nuestro caso hay que tener en cuenta que ha habido fiesta entre semana. Ojalá que en próximos días tengamos buenas noticias y se ponga fin a una situación de profunda injusticia que nunca debió existir. -
