Advierten los medios más próximos al Gobierno de Rodríguez Zapatero sobre la conveniencia de prepararse para un eventual fracaso del proceso y la consiguiente ruptura del alto el fuego permanente decretado por ETA en marzo de este año.
Viene a ser la aplicación del principio ‘Si vis pacem para bellum’ que dejaron sentado los romanos. Y lo hacen en términos de alarma sobre la proclama de que ETA ha incumplido el alto el fuego con la apa- rición de tres militantes armados en el acto de Oiartzun y la aprehensión de un arsenal en Nimes. Frente a tres años sin víctimas mortales y ocho meses de tregua efectiva, los asesores del Gobierno español sitúan los hechos citados como razón casi suficiente para echar por la borda lo construido a lo largo de mucho tiempo de contactos, conversaciones y transacciones.
Olvidan los tales asesores que, desde la perspectiva de la izquierda abertzale, los elementos a poner en la balanza son también de peso. Frente a la declaración de Zapatero sobre el respeto a la voluntad de los vascos, matizada al estilo de Espartero con el grillete del respeto al ordenamiento legal vigente, encontramos las reiteradas manifestaciones de los más altos dirigentes de su partido y Gobierno sobre lo inamovible de las leyes presentes. No habrá dicen derogación ni modificación de la Ley de Partidos; no cabe pensar en el ejercicio del Derecho de Autodeterminación; Nafarroa no entra en el paquete del diálogo y se segrega así la voluntad de la ciudadanía de ese territorio a la que, por cierto, nunca se consultó sobre su status actual.
Frente a la reunión de Patxi López y Rodolfo Ares con Otegi, Etxeberria y Dañobeitia, se puede colocar el encarcelamiento de Otegi, el procesamiento de buena parte de la dirección de Batasuna, la continuidad del macrojuicio por el 18/98, la más reciente condena por las llamadas «detenciones preventivas», el mantenimiento de la denominada «Doctrina Parot», el ensañamiento con Iñaki De Juana, la prohibición de actos públicos...
Y todo ello nos llevaría a entender que también el independentismo vasco debería prepararse para ese eventual fra- caso del que hablan los medios del Gobierno español.
Y, sin embargo, no es ese el camino a transitar. Hoy la sociedad exige un esfuerzo, uno más, para que el proceso avance. Las advertencias de los portavoces oficiosos de Zapatero están de sobra. -