Miles de nepalíes celebraron ayer el acuerdo de paz que habían firmado el pasado martes el Gobierno provisional y la guerrilla maoísta. La histórica imagen del estrechamiento de manos entre el líder maoísta Prachanda y el presidente interino Girija Prasad Koirala simbolizó el fin de diez años de guerra civil que ha dejado 13.000 muertos en este país a las faldas del Himalaya.Colegios, oficinas y negocios permanecieron cerrados después de que el Gobierno declarara fiesta nacional la jornada de ayer. Las luces y las velas encendidas hacían brillar a los edificios en Katmandu, la capital de Nepal, reflejo de la esperanza de tiempos mejores venideros que abriga la mayoría de la población. También hubo expresiones de júbilo en actos callejeros espontáneos. «Al fin tenemos paz. Ahora la gente podrá continuar con sus vidas», decía Meena Duwadi.
Los medios de comunicación nepalíes, así como los países vecinos y también Occidente, dieron la bienvenida al acuerdo de paz. El enviado especial de la ONU para Nepal, Ian Martin, consideró que el acuerdo «promete convertir el alto el fuego en una paz a largo plazo».
Es especialmente relevante el visto bueno de la ONU, puesto que su apoyo económico será crucial para que llegue a buen puerto la reinserción de los miles de combatientes maoístas. Algunas fuentes afirman que la guerrilla cuenta con un núcleo de 15.000 luchadores bien entrenados y un total de 50.000 milicianos. Cómo integrar a tantas personas es uno de los grandes retos del acuerdo.
Desmovilizar a la guerrilla
El pacto obliga tanto al Ejército regular como al maoísta a acantonar a sus soldados y combatientes. Los militares permanecerán en sus barracones y los guerrilleros en siete campos distribuidos por todo el país. El Gobierno se encargará de la seguridad y del alimento de los guerrilleros mientras permanezcan acantonados, aunque de momento no hay infraestructura, por lo que tendrán que dormir en tiendas de campaña de plástico.
Las armas y la munición ya se han empezado a guardar en almacenes que controlará la ONU. Los representantes de la organización internacional podrán inspeccionar estos depósitos, siempre en presencia de los maoístas.
Uno de los aspectos que aún no está detallado y que se prevé polémico es la identificación de los guerrilleros, necesaria para controlar que realmente se han desmovilizado.
En los próximos meses, el Gobierno interino, ya con la participación maoísta prevista en el pacto, diseñará una nueva Ley Militar, que será la base para el nuevo Ejército, más reducido que el actual, en el que los maoístas aspiran a insertarse.
Asimismo, durante este periodo de transición se creará una Comisión para la Verdad y la Reconciliación cuyo cometido será identificar a los culpables de las violaciones de los derechos humanos y crímenes contra la humanidad durante la guerra.
En junio se celebrarán elecciones, de las que saldrá una Asamblea Constituyente que sentará las bases del futuro sistema político y social de Nepal. Una de las decisiones que tendrá que tomar esta asamblea será si mantener o no el sistema monárquico que lleva más de dos siglos en vigor y que ha regado la historia del país de reyes autoritarios.
Actualmente, el papel del rey Gyanendra es meramente ceremonial. Además, el acuerdo de paz le suspende de sus funciones durante el periodo de transición. El líder maoísta Prachanda, pese a ser opositor férreo a la monarquía, ha declarado que respetará la decisión del pueblo.
Otra de las reformas que ya se ha producido en Nepal es la conversión del hasta ahora Estado confesional hindú en uno oficialmente secular.
La semilla del dialogo
La semilla del cambio en Nepal se plantó la pasada primavera. Las multitudinarias manifestaciones contra el poder absoluto del rey Gyanendra, las mayores que se han registrado en el país, le obligaron a restablecer el Parlamento que había suspendido un año antes. La presión popular le echó del trono, pero no sin antes ordenar una represión brutal que se saldó con la muerte de una veintena de civiles.
El monarca suspendió las instituciones en febrero de 2005 y mantuvo a decenas de miembros del Ejecutivo bajo arresto domiciliario con la excusa de que el Gobierno se mostraba demasiado débil con la guerrilla maoísta.
El Gobierno restaurado, con Koirala a la cabeza, comenzó las negociaciones con una guerrilla fortalecida al ser uno de los mayores impulsores de la revuelta que derrocó al rey. -