Cuando llegan las épocas de vacas flacas, los empresarios que ven recortados sus beneficios se dan mucha prisa para recortar sus plantillas como primera medida para mantener sus ingresos y, de paso, aumentar la productividad de las personas empleadas bajo la amenaza de que pueden seguir el camino de quienes han enviado a la cola del paro. Pero, paradojas del mercado capitalista, cuando lleva tiempo instalada en una etapa de vacas gordas, con un crecimiento económico global consolidado y con unos márgenes de beneficios que se disparan año tras año, la clase empresarial no tiene ninguna prisa en contribuir a la estabilidad del personal empleado. Cuando han logrado que el despido sea tan barato como lo es hoy día en Euskal Herria, al igual que en el conjunto de la UE, mantienen esa amenaza como chantaje social y se niegan a firmar contratos estables incluso cuando las previsiones macroeconómicas les son tan favorables como en estos momentos.

Para más inri, la clase empresarial no tiene el menor empacho en beneficiarse de ayudas sociales ­¿de qué otra manera se deben calificar las subvenciones públicas que se conceden por contratación?­ para agravar la lacra social que supone la precariedad laboral. Paradojas del modelo neoliberal: la gente empleada contribuye con sus impuestos a beneficiar al empresariado, y éste se lo agradece con contratos temporales. -