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Gara > Idatzia > Mundua 2006-12-13
Muerte del dictador Pinochet
La lista de traiciones de Pinochet es tan larga como la de sus crímenes
La primera gran traición del dictador chileno, Augusto Pinochet, fallecido el pasado domingo en Santiago, fue el golpe de Estado contra el presidente constitucional Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, pero cometió muchas otras, entre ellas responsabilizar a sus subordinados de los crímenes que ordenó.


La lista de traiciones de Pinochet es tan larga como la de sus crímenes
Baste recordar el interrogatorio del juez chileno Juan Guzmán Tapia, quien no pudo juzgarlo finalmente por una serie de crímenes que comprobó, cometidos en la llamada caravana de la muerte en 1973. Ante la pregunta de si había ordenado los crímenes el ex dictador respondió: «Como ya lo dije, los encargados de agilizar los procesos (los asesinatos) eran los comandantes de las respectivas guarniciones».

El juez insiste: «¿Dio órdenes de que se fusilara a gente durante el viaje del general Sergio Arellano (Stark) y su comitiva por diversas ciudades del país en el año 1973?»

El ex dictador respondió: «En realidad, que hoy me acuerde de todo es imposible. Yo en ningún momento ordené fusilamientos de nadie. Había una orden de la junta de gobierno en que solamente en caso de defensa propia se podía abrir fuego».

Insiste el juez: «¿En algún momento dio usted órdenes en el sentido de que no se entregaran los cuerpos de personas fallecidas en aquella ocasión a sus familiares?».

La respuesta vuelve a ser huidiza: «Si ello ocurrió, la razón estaba en que muchas veces los cuerpos de las personas fallecidas eran retirados por sus propios familiares y, en otros casos, como se trataba de terroristas y esos se encontraban indocumentados, era difícil su identificación y nadie sabía dónde quedaban los cuerpos porque nadie los reclamaba».

Guzmán vuelve a preguntar: «Según su punto de vista, por qué se produjeron esos excesos. ¿Por qué no se entregaron muchos cuerpos?»

«Respecto de lo primero, eso no lo sé. Respecto de lo segundo, ya lo respondí», dijo lacónicamente el ex dictador, cuyo régimen se prolongó hasta 1990, dejando la responsabilidad sobre sus hombres más cercanos.

En la Operación Cóndor, Pinochet fue el hombre clave elegido por Estados Unidos, como se confirma en documentos desclasificados, y quiso demostrar que era «imprescindible» para Washington. Fue convocante definido de las reuniones que derivaron en el pacto de la muerte, cuando ya había actuado con su amigo el dictador paraguayo Alfredo Stroessner.

Así, recibió el apoyo de grupos de seguridad de Argentina, para matar al que fuera ministro de Interior con Salvador Allende, Carlos Prats, y a su esposa, a otros chilenos y también de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y después admirativamente de la junta militar de la dictadura de Jorge Rafael Videla y sus compañeros. Pero luego, cuando estuvieron a punto de enfrentarse por el conflicto fronterizo del Canal de Beagle, incluso planeó en 1978 con todos sus espías la posibilidad de envenenar las aguas para paralizar Buenos Aires.

En 1982, cuando el dictador argentino, Leopoldo Fortunato Galtieri ordenó la «recuperación» de las islas Malvinas ocupadas colonialmente por Gran Bretaña, Pinochet no tuvo dudas. Fue clave su ayuda a Gran Bretaña con Estados Unidos, cuando la Armada inglesa actuó contra Argentina.

Esto se supo abiertamente cuando el 16 de octubre de 1998, el ex dictador quedó bajo arresto domiciliario en Londres a pedido de la justicia española.

En los 16 meses en su prisión-casa de lujo, la ex primera ministra británica Margaret Thatcher lo defendió y visitó agradeciéndole su apoyo en la guerra de Las Malvinas.

En la cancillería de Paraguay esta corresponsal vio durante las investigaciones del Plan Cóndor una carta del dictador a su amigo Stroessner, en la que le advertía que no se involucrara con los argentinos en la guerra de Las Malvinas, cosa que el tirano paraguayo cumplió con ciertos disimulos.

Pinochet también traicionó al ingeniero Eugenio Berríos, quien fabricó el gas sarín para asesinar a opositores, mandándolo matar la década pasada ante el temor de que sus indiscreciones, hechas al amparo de la impunidad, delataran los crímenes de la dictadura pinochetista.

Así pagaba Pinochet sus cuentas y así lo entendió en algún momento el general Manuel Contreras, el jefe de la Dina, que finalmente fue preso, aunque con muchas comodidades. El mismo Contreras que no quiso ser el «chivo expiatorio» y señaló a Washington, a la CIA, a los cubanos de Miami, los más allegados cómplices y activos operadores en casi todos los crímenes de Cóndor. Y también a Pinochet, como hace poco tiempo fue claro, cuando ya aparecían especificados los dineros malhabidos del ex dictador, amparado por los grandes bancos del mundo. La historia de sus traiciones es tan larga como la de sus crímenes. -

Stella CALLONI ("La Jornada")
BUENOS AIRES


 
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