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Gara > Idatzia > Iritzia > Kolaborazioak 2006-12-14
Marisa Urbieta, Miren Salegi, Nekane Salegi e Itziar Salegi
Homenaje a Mikel Salegi Urbieta

Mikel, tu ama y hermanas queremos hacerte un homenaje. Queremos recordar cómo te arrebataron la vida en un control de la Guardia Civil en Errekalde (Donostia) la madrugada del 18 de diciembre de 1974, cuando sólo tenías 21 años.

Venías de cenar con tus compañeros del Instituto Social de la Marina. Había habido oposiciones y estabais celebrando la plaza que algunos habían conseguido.

Viajabais en tres coches. Tú venías en el tercero. Era una noche oscura y lluviosa. Los coches que la Guardia Civil tenía retenidos en el arcén escondían las señales del control. Entre ellos estaban los de tus compañeros. Ellos avisaron a quien dirigía el control: «ese coche que viene es el tercero del grupo». El dio el alto desde el arcén, entre dos coches, impidiendo que el conductor pudiera verlo. No hubo más avisos.

Os dispararon los cinco guardias civiles que componían el control. Te mataron. Tenías 18 impactos. Como el Capitán General de Burgos admitió ante la ama «los controles no se ponían para avisar, sino para pillar». (A partir de tu muerte comenzaron a ponerse señales luminosas y otros avisos en los controles).

Tras los disparos, la única ocupación de la Guardia Civil fue detener-secuestrar al conductor (estuvo en paradero desconocido tres días) y llevarse el coche para ocultar pruebas. Te dejaron tendido en la carretera. Tus compañeros te subieron al coche y se encaminaron hacia el hospital. Pero en el camino fueron detenidos por un nuevo control. Este, de la Policía Nacional. Te tuvieron retenido diez preciosos minutos que quizá hubieran podido salvarte la vida.

Cuando llegamos al hospital, los compañeros nos informaron de lo sucedido. Quisimos verte. Pero la Policía Nacional no nos lo permitió. No sólo eso. Según estábamos allí robaron tu cuerpo y lo llevaron al cementerio de Polloe. Nos acercamos allí, pero tampoco fue posible. Estaba tomado por la Policía Nacional y nos lo impidieron. Querían enterrarte sin que pudiéramos verte, sin la autopsia. Sólo al día siguiente, después de múltiples gestiones, lo conseguimos.

Fue muy duro. Ante ti prometimos no olvidar y no llorar. La primera promesa ha sido muy fácil de cumplir; tu recuerdo entre nosotras es permanente. No llorar ha sido imposible; te seguimos echando en falta.

El funeral fue en Santa María. La salida de la Iglesia fue terrible. Nos rodeaba la Policía Nacional y una primera línea de civiles de extrema derecha armados. Nos apalearon. Empezaron a pegar a la ama, una compañera tuya dijo «no le peguen que es la madre, péguenme a mí». Y así lo hicieron, le pegaron a ella. Estaba embarazada y perdió a su hijo. Hubo más de diez heridos (uno perdió un ojo) y doscientos detenidos. Una mujer murió de un infarto por la impresión recibida ante aquella masacre.

A raíz de ello se materializó la primera querella popular para denunciar tu muerte, la brutalidad de la policía y la dictadura. Más de cien personas se acercaron al Palacio de Justicia. Las declaraciones fueron muy valientes. No obtuvimos resultados. No hubo responsables. El caso fue sobreseído. Sobre tu muerte no hubo juicio, pues no era posible la petición de responsabilidad penal, sólo civil. El único juicio fue el militar que se hizo en contra del conductor. Querían demostrar que conducía borracho. Para ello quisieron que el restaurante en que cenasteis incluyera en la factura más bebidas que las que habíais tomado, cosa a la que se negaron. Todos estos datos quedaron claramente demostrados en el juicio. ¡Cómo sería de evidente que el fiscal militar ­sin haber escuchado todavía a nuestros testigos­ detuvo el juicio solicitando la «absolución del conductor con todos los pronunciamientos a su favor»!

Esta es tu muerte y éste nuestro dolor. Para que no vuelva a ocurrir, es precisa la memoria histórica. Para que nuestro pueblo cure todas las heridas del pasado, todo el sufrimiento de todas las personas de este país, para que podamos construir un futuro para todos y todas, en tu nombre, Mikel, y en el nuestro pedimos el esfuerzo de todas y todos para que la paz sea posible ya. -


 
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