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Gara > Idatzia > Mundua 2006-12-14
Txente REKONDO *
La rusia de hoy
La situación del gigante ruso es con frecuencia presentada en Occidente con estereotipos cargados de prejuicios y comentarios despectivos interesados. Proliferan calificativos simplistas, del tipo «centralista, presidencialista y chauvinista», y no faltan alusiones a una suerte de «dictadura putiniana». A ello se suman tópicos sin argumentación seria, «la mafia rusa, el caos social, la corrupción generalizada», en un intento de desacreditar a Putin pero sin contrastarlo con la situación que se vive en el país.

Desde la caída del muro de Berlín, la reordenación y recuperación de Rusia es evidente, por mucho que algunos no quieran aceptarlo. En este sentido, llama la atención la disparidad de opiniones entre los analistas occidentales y los intelectuales rusos, partidarios o no del actual presidente. Estos últimos no tienen empacho a la hora de señalar las deficiencias del sistema político actual, pero no ocultan su enojo ante sus colegas occidentales que intentan a toda costa tender un manto de oscuridad sobre otros aspectos que apuntarían a la recuperación de Rusia en el ámbito local e internacional.

Los diferentes pensadores llevan tiempo buscando una definición para ese sistema, del que reconocen que no guarda los parámetros occidentales de democracia, pero que no dudan tampoco en definir en torno a esa palabra. De esta forma, fue el antiguo director del periódico ruso Nezavisimaya gazeta, Viktor Tretiakov, quien en el año 2000 utilizó el término «democracia dirigida» para expresar la realidad política de Rusia. Otros apuestan por calificarlo de «democracia soberana de estilo ruso», y los hay también que se refieren al régimen de Putin como un «sistema neozarista».

A pesar de que el desmantelamiento del sistema social previo no ha sido corregido, en otros aspectos, la situación del país ha cambiado mucho en los últimos años. El crecimiento económico, motivado en buena medida por el uso de la energía y sus capacidades como factor geoestratégico y comercial, es algo innegable. Si bien el reparto de esta riqueza no se ha hecho de una forma universal, algo que por otra parte tampoco se hace en Occidente, la recuperación de Rusia en algunos aspectos económicos salta a la vista. Algunos han señalado el importante mercado inmobiliario que existe hoy en día en Moscú, donde la compra y venta de pisos se ha disparado.

En segundo lugar nos encontramos con lo que se ha llamado «la recuperación del Estado ruso». Frente a la desorientación ideológica, identitaria y social de los noventa, la presidencia de Putin ha logrado al parecer frenar esa situación y mostrar un Estado centralizado y fuerte. La bonanza económica, la decisión de acabar con las privatizaciones en empresas clave del sector energético y retomar su control por parte del Estado, el poderío militar que parece haber dejado atrás la imagen de un Ejército en desbandada al tiempo que se sitúa como uno de los mayores exportadores de armamento del mundo... Pese a que persisten lagunas muy importantes, como que buena parte de la sociedad rusa vive bajo los niveles de la pobreza, el resurgir de movimientos fascistas y xenófobos (la Gran Rusia blanca), y de las mafias. La ocupación de Chechenia tampoco ha desaparecido del escenario político ruso, y como hemos visto estas semanas su utilización por parte de algunos sectores resurge con fuerza en momentos coyunturales.

Y en tercer lugar, y directamente relacionado con las dos transformaciones anteriores, nos encontramos con el cambio de la política exterior, que ha permitido que Rusia recupere buena parte del peso internacional del pasado, aunque son alcanzar todavía el nivel de los años de Guerra Fría y del bipolarismo mundial. Los movimientos de Moscú en la escena internacional le están ayudando a reforzar su posición al tiempo que debilita el unilateralismo impulsado desde Washington.

Cambios

Los dos próximos años Rusia hará frente a dos citas electorales, las legislativas del próximo año y las presidenciales de 2008. En el primer caso, la popularidad de Putin , la fragmentación de la oposición, y la falta real de alternativas al Kremlin hacen poco probable que se produzca un giro. Unión Rusia, el proyecto presidencial, volvería a ganar sin apuros. Juega a su favor la estructuración de todo el sistema, la captación de personajes que podrían en un momento dado intentar una aventura junto a la oposición, y que incluso han llegado a asumir las posiciones políticas que deberían ser el signo identificativo de la oposición a Putin.

De seguir esta recuperación económica, buena parte de la sociedad seguirá manteniendo su apoyo a Putin y alejada de aventuras personalistas como las que pretenden poner en marcha algunos grupos opositores. «Una democracia soberana, una economía fuerte y una potencia militar» son los nuevos valores que dicen defender los más próximos a Putin.

Algo más complejas se presentan las presidenciales. Tras anunciar el presidente ruso que no se volverá a presentar, a pesar de presiones cercanas o del importante apoyo popular con que cuenta, la carrera para sucederle parece que ya ha comenzado. Dentro del aparato estatal Putin ha tejido una compleja red de colaboradores que esperan impacientes la designación por Putin de su sustituto. Destacan algunos oligarcas próximos al aparato estatal, sectores de la burocracia y sobre todo los siloviki, el personal proveniente de los servicios secretos y del Ejército que Putin ha colocado en diferentes esferas del poder, pero evitando, al mismpo tiempo y astutamente, que lo monopolicen.

Aunque todavía es pronto ­ Putin se guarda la carta de su sucesor hasta el último momento para evitar su desgaste y la lucha por el poder puede dejar a varios en el camino­, los nombres que más suenan son Sergei Ivanov, ministro de Defensa y amigo personal del presidente; Dmitry Medvedev, viceprimer ministro y declarado extraoficialmente como el favorito y Vladimir Yakunin, presidente de los ferrocarriles rusos y miembro del círculo de consejeros presidencialesŠ Sea quien sea el elegido, Putin maniobrará para quedarse en una cómoda posición tras el telón desde el que poder maniobrar sin ser importunado por los cambios que podrían darse.

La importancia de esos acontecimientos no ha pasado desapercibida en Occidente y por ello, ante el temor en el Kremlin de que se pueda reproducir el virus de las revoluciones de colores en Rusia, Putin ha puesto en marcha una dura política de control sobre las ONGs locales y extranjeras. Los acontecimientos de estas semanas en torno a Chechenia y a personas que han tenido relación con la guerra podrían reflejan la lucha interna por colocarse en esa carrera presidencial. Si los «misteriosos» atentados de 1999 fueron la catapulta para Putin, quien usó la excusa chechena para vencer en las presidenciales del 2000, la muerte de Politkovskaya, de Baisarov, y más reciente de Litvinenko, sería una sucesión de episodios entrelazos por la guerra de Chechenia y la lucha por el poder en el Kremlin.

El enmarañado panorama ruso seguirá avanzando en una u otra dirección, y los cambios en el curso actual de los acontecimientos tendrán repercusiones en todos los aspectos de la vida del país, incluso en el complejo sistema edificado por Putin durante su presidencia, y que a buen seguro querrá conservar y desarrollar más allá del 2008, aunque no sea el quien ocupe la presidencia del Kremlin. -

(*) Txente REKONDO: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).


 
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