Olentzero: una obsesión indisimulada
La noche del 24 de diciembre en Euskal Herria es escenario de innumerables desfiles del Olentzero en pueblos y barrios, en los que participan miles de personas de todas las edades, si bien son los más pequeños quienes con mayor ansia e ilusión lo esperan. Sin embargo, en Iruñea puede resultar peligroso participar en esa manifestación festiva, popular, a menudo reivindicativa y, en cualquier caso, cultural. El Consistorio de esa ciudad no se limita a no dar su apoyo dichos actos, sino que, además, pone todas las trabas que están en su mano para que no se celebren. Anteayer, de nuevo las policías española y municipal se encargaron de hacer efectivos esos impedimentos hasta el extremo de cerrar establecimientos y calles por donde debían transcurrir los desfiles, identificar a participantes e incluso requisar uno de los olentzeros.
El año pasado el «secuestro» por parte de guardias civiles del Olentzero en Areso dio mucho que hablar: aquella fue una acción no oficial, a hurtadillas y no reconocida por las autoridades como muestra de aversión a la cultura vasca. Este año, en cambio, lo ocurrido en Iruñea de nuevo ha sido fruto de una actuación perfectamente planificada y muestra, en esta ocasión con carácter oficial, esa aversión siempre negada pero que los hechos, sus propios hechos, se encargan de confirmar año tras año. Anteayer en Iruñea no atacaron a quienes comparten una visión política, a un colectivo determinado, sino a todos cuantos, por encima de diferencias ideológicas, se identifican con una cultura, la vasca y, aun sin ayuda institucional, organizan y participan en unos actos que cuentan cada vez con más aceptación.
El Gobierno de Nafarroa y el Consistorio de Iruñea son presa de una vieja obsesión. Una obsesión reflejada en la actuación de ayer, que en ocasiones les lleva al ridículo y verdaderamente daría pie a la carcajada si no fuera porque también tiene consecuencias dramáticas. Una obsesión que guía el quehacer político de unas instituciones que destacan por sus decisiones claramente antidemocráticas y que han convertido a buena parte de la sociedad navarra en una peculiar especie de vecinos de segunda categoría, con los derechos restringidos incluso para disfrutar sus fiestas. Según relataron a GARA vecinos de Iruñea, la participación y actitud de los iruindarras hizo posible que Olentzero recorriera un año más los barrios de Iruñea. Con esa actitud se topa una y otra vez la obsesión de ver enterradas palabras como cultura vasca o euskara. -
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