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Gara > Idatzia > Iritzia > Txokotik 2006-12-26
Iñaki Lekuona
Cobardes

No sé si será genético eso del miedo, pero pareciera que todos lo llevamos en las venas. Porque todos somos unos cobardes. Y quien no lo es por naturaleza es aquel a quien venimos a llamar temerario, o sea, uno de esos especímenes de los que se dice que tienen sangre fría, que quizá la metáfora sea cierta y el miedo necesite de calorcito para reproducirse.

Pero no hay que confundir al temerario con el valiente, porque, en su fundamento, no tienen nada que ver. Aunque en el gesto final se parezcan mucho, por eso del arrojo, la valentía necesita de una cobardía previa. El valiente llega a serlo después de haberse sentido cobarde, tras superar ese estado de acojono general que pone en danza los nervios, apoca la voz, estruja el estómago y presiona esfínteres. Valiente lo es tras ser consciente de du cobardía.

Sucede como con la generosidad, que es una cualidad social que desarrollamos después de haber superado el egoísmo que nos caracteriza como animales supervivientes que somos. Aunque este ejemplo no es muy bueno, y menos por estas felices fiestas, porque suele confundirse generosidad con burguesa caridad cristiana o con infeliz hipocresía.

A lo que iba, que los cobardes medimos los peligros, sopesamos los riesgos, incluso valoramos nuestro egoísmo, para decidir si pasamos a la fase de valentía o damos dos o tres pasos para atrás. Los temerarios, no. Como los temerarios no tienen conciencia del miedo, ni miden peligros ni sopesan riesgos; se lanzan a tumba abierta sin pensarlo. Un temerario no es admirable. Un valiente, sí. Lo malo es que en muchas ocasiones no nos damos cuenta de la diferencia y admiramos al temerario, un especimen que ejerce una extraña fascinación sobre nosotros, cobardes por naturaleza.

Por eso me dan miedo los temerarios, porque atraen un montón de cobardes encantados como ratas dispuestas a seguir al flautista hasta el precipicio. Y me dan miedo porque al final el miedo es generalizado. Porque los seres humanos llevamos tantos años metiéndonos miedo con la muerte que al final hemos acabado por tenerle miedo a la vida. Y hemos dejado de ser cobardes por naturaleza para convertirnos en cobardes sociales, cobardes de la vida a merced de temerarios y de otros individuos sin escrúpulos que nos dicen qué es lo mejor para nosotros. Ojalá dejemos pronto de ser ese tipo de cobardes. Ojalá descubramos la vida. Y la vivamos. Con un par. Hala, felices fiestas. -


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