Jos� Luis Orella Unzu� - Catedr�tico senior de Universidad
El desplome de la civilizaci�n occidental
Cuando Jos� Luis Rodr�guez Zapatero present� en la ONU su proyecto de Alianza de Civilizaciones se hizo portaestandarte y adalid de la civilizaci�n occidental sin previamente haber investigado qui�nes eran los integrantes de esta civilizaci�n y sin haber concitado las voluntades de sus miembros. El fuego fatuo y el humo generado por el proyecto presentado tienen la ra�z de su fracaso en que Rodr�guez Zapatero no cont� con la estructura del poder que ahora impera en la Uni�n Europea, pero se hizo vocero de una civilizaci�n occidental que lleva siglos conform�ndose.
Cuando se estaba redactando la fracasada Constituci�n Europea el Romano Pont�fice entonces reinante estuvo muy interesado en que apareciera una alusi�n expl�cita a las ra�ces cristianas del nacimiento de Europa. Pero para dar este paso el Papa no cont� con la estructura del poder que impera en el Cristianismo y no consult� a las confesiones cristianas europeas como la Iglesia Ortodoxa bizantina, la luterana, la calvinista o la anglicana, entre otras. Se crey� ser el �nico representante de la civilizaci�n cristiana. Y lo mismo repiti� hace unos d�as Benedicto XVI visitando la Mezquita Azul de Estambul cuando ofreci� al Gran Muft� y patriarca de Constantinopla Bartolom� I di�logo y convivencia como exigencia b�sica para la integraci�n de Turqu�a en la Uni�n Europea.
Ambas iniciativas cercanas en el tiempo y ambos fracasos tienen un fondo filos�fico com�n como es la antag�nica concepci�n del poder que se da en la Uni�n Europea y en la Cristiandad y, por lo tanto, este antagonismo es la raz�n de su incomunicaci�n y a la vez ser� la simiente de la difuminaci�n de los proyectos.
En la Uni�n Europea se da la circunstancia de que cada uno de los veinticinco miembros, tiene la capacidad de veto en el planteamiento y en la resoluci�n de los problemas comunes, por lo que si uno de los miembros se opone a la resoluci�n final o tiene un c�ncer ideol�gico y separatista, ya sea por inter�s econ�mico o por tradici�n pol�tica que impida unirse al sentido unitario, Europa no camina y queda estancada. En efecto, y como muestra de esta dispersi�n europea, Francia y Rusia han firmado un contrato bilateral para suministro de gas al pa�s galo al margen de la Uni�n europea por la que Gazprom y Gaz de France (GdF) articulan un nuevo obst�culo a la ansiada pol�tica energ�tica com�n de la Uni�n.
En la Uni�n europea los centros de cohesi�n ideol�gica y los polos de coordinaci�n estrat�gica son demasiado d�biles como para que la unidad de todos los estados que configuran dicha Uni�n est� presente internacionalmente y como para que Europa pueda arrogarse el protagonismo de la civilizaci�n occidental. Adem�s, la Uni�n Europea, por esta carencia de unidad y de concepci�n del poder, no puede ser digna representante de la civilizaci�n occidental.
Igualmente, en la antiguamente llamada Cristiandad una de las iglesias, como es la Cat�lica, ha tomado el liderazgo y ejerce unilateralmente el protagonismo absoluto sin contar con los otros miembros a los que consider� cism�ticos y aun her�ticos y a los que ahora llama hermanos separados.
La Iglesia Cat�lica act�a soberbiamente imbuida de una concepci�n de poder absoluto heredado de la divinidad, universal, moderador y cercenador de la multiforme pr�ctica lit�rgica y eclesial y aun infalible en temas dogm�ticos. Esta concepci�n y ejercicio de poder le impide ser digna de la confianza de las otras iglesias cristianas y, por lo tanto, no es representante de la civilizaci�n cristiana.
�Cu�l debe ser la concepci�n del poder en un humanismo postmoderno como prototipo de la civilizaci�n que sea a la vez cristiana y occidental?
El poder emana desde los fundamentos de la sociedad y debe seguir los escalones graduales en los que se articula la totalidad. A esta realidad sociol�gica no prestan atenci�n ni la estructura de la Uni�n Europea ni la unidad de las iglesias cristianas. Todos los totalitarismos, los absolutismos, los estados nacionales que configuran Europa, las religiones dogm�ticas monote�stas, especialmente las ju- deocristianas, as� como los proyectos societarios m�s modernos como los socialistas, parten de una ideolog�a globalizante en la que todos los hombres son �tomos vitales de una ciudadan�a o fieles bautizados en una iglesia, por lo que son considerados como equidistantes de un centro. Y este centro, prescindiendo de las instancias intermedias de �mbito geogr�fico o social en las que participan los individuos singulares, pretende controlar y ejercer el poder pasando por alto las reclamaciones de los entes intermedios. Y este centro que absorbe, polariza y ejerce dictatorialmente la representaci�n de los s�bditos (ya sea el estado, las iglesias, el Papado) no admite control alguno que por encima de ellos les pueda pedir cuenta o raz�n de sus actos, ya que afirman que la �ltima y �nica responsabilidad la tienen ante Dios y ante la Historia. Pero conciben y se refieren a un dios extr�nseco, a la vida del mundo y del hombre y a una historia extrahumana y atemporal de la que ellos no son sujetos transmisores ni engranajes responsables.
Sin embargo, la concepci�n humanista del poder no consiste en minimizar ni atomizar concediendo a los ciudadanos o fieles bautizados las dedicaciones y las responsabilidades inherentes a unos c�rculos de corto �mbito mientras que los dirigentes centrales se atribuyen las responsabilidades colectivas macroecon�micas y de civilizaci�n.
El poder humanista, como todo movimiento c�smico y como toda actividad humana, es din�mico e interactivo. Si no hubiera un ojo humano y una conciencia que interpretara el cosmos, �ste no existir�a. Y el hombre, si no existiera otro hombre con el que dialogar y concertar intereses, estar�a por encima de toda �tica.
El hombre, como ser consciente y �ticamente responsable, no puede actuar en un c�rculo de acci�n y decaer ni aun delegar su condici�n, desarrollo y responsabilidad de hombre en otros �mbitos geogr�ficamente m�s lejanos ni cient�ficamente m�s complejos. El humanismo exige que cada uno de los hombres interact�e en todos los c�rculos de actividad de los que participa, sin que se le pueda arrebatar su responsabilidad, ni �l mismo pueda delegar el sentido de la correcta direcci�n en otros actos de los que siempre se va sentir �ticamente responsable.
La Constituci�n Europea que algunos Estados han rechazado por responsabilidad y dignidad, igualmente el desarrollo vital de las iglesias cristianas abocadas a una aplicaci�n rigurosa de infalibilidad dogm�tica en asuntos de pura praxis democr�tica y, por lo tanto, el futuro de la civilizaci�n (cristiana) occidental no han contado con los diferentes c�rculos conc�ntricos de actividad y poder en los que todo hombre responsable de su opci�n �tica ha reclamado participar.
De aqu� el fracaso rotundo de la Constituci�n y en general de la Uni�n Europea en la que no todas las instancias vitales de responsabilidad y de acci�n han sido convocadas ni consultadas. De aqu� tambi�n el fracaso rotundo de la unidad de las iglesias cristianas y del fraude de la Iglesia Cat�lica. De aqu� tambi�n, en resumen, el desplome de la civilizaci�n (cristiana) occidental.
Es decir, y en otras palabras, la carencia de los eslabones sociales y de representaci�n y, en sentido opuesto, la contradictoria aplicaci�n de un recto sentido del poder han originado el desplome de la civilizaci�n (cristiana) occidental que como estandarte de enganche quisieron llevar adelante ante los problemas de la globalizaci�n como adalides no elegidos y por lo tanto no representativos, tanto Benedicto XVI en su viaje a Turqu�a como Jos� Luis Rodr�guez Zapatero en su discurso ante la ONU. -
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