Raimundo Fitero
Dudas
La pregunta es solemne: “¿apagarás la tele al menos para la cena?” La voz es cálida pero contundente. Una duda abierta en el centro, junto a los langostinos. ¿Qué respondes? ¿Qué es más importante, las bromas del tío de Ablitas o las chorradas del electrodoméstico esencial? ¿Se puede imponer en una mesa familiar una necesidad profesional en noche señalada? ¿Por qué no para la programación televisiva ni en Navidad? Se me han debido quedar incrustados trozos de turrón entre las burbujas que me han subido a las meninges y no lo veo nada claro. No estoy hablando de una resaca sino de una circunstancia.
Obviamente, ganó la convivencia. Los que podemos estar en casa, al menos que no nos separe la tele. Pero los que no están, ¿qué hacen? ¿Con qué se reconfortan? ¿Es posible que la televisión sea la única compañera de cientos de miles, o quizás millones de seres humanos? Si uno está solo delante de la televisión, con una sopa recalentada, una lata de berberechos abierta, la botella de sidra, y le aparece el rey, ¿qué soluciones tiene? ¿Hay escapatoria? Imagínense, para que todavía sea más amarga esta estampa navideña: no tiene pilas el mando a distancia, no tiene calefacción, está forrado de batas y mantas, intenta darle al botón con una cachaba, pero sigue la pantalla inconclusa con un señor que habla con voz gangosa, que parece estar por encima del bien y del mal. Nuestro hombre solo es un republicano lúcido y con memoria, pero que se ha quedado con una paga pequeña de su trabajo en Francia, donde también luchó contra el nazismo, y se sintió acogido en un país que le cortaba el cuello a los borbones.
Si ese hombre sufre un accidente, le da un infarto, ¿a quién se le debería imputar? ¿No es un acto de violencia? La solución es apagar la tele y hablar. Pero si estás solo, ¿con quién hablas? El perro se ha escapado, el periquito murió electrocutado, las fotos se han nublado. Te queda la visita charlatana, la programación navideña que es igual que la no navideña pero con más pestiños, más buenas voluntades y más contradicciones. Lo mejor son los resúmenes, porque son elegidos, es decir lo mejor. Apenas poco más. -
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