BUCAREST / SOFIA
Si hacemos caso a las encuestas, sólo el 31,5% de los rumanos confía en que su vida mejorará con la entrada en la Unión el porcentaje alcanzaba el 60% hace sólo un año.Según la Asociación para la Transparencia y Libertad de Expresión, son muchos más los que miran con temor su futuro. «Pagamos ya precios europeos para la calefacción, la gasolina y muchos alimentos. Sin embargo, los sueldos se quedan rumanos», se queha Cornelia Dogaru, funcionaria.
El encarecimiento del gas natural, tres veces en 2006 y la subida en la canasta básica llegaron a producir entre los rumanos hostilidad hacia Austria, Alemania y Estado francés, que controlan la distribución de petróleo y gas.
El temor es creciente de que Rumanía, con 22 millones de personas, se convertirá en un simple mercado para los productos extranjeros, ya excedentarios, y que la industria autóctona cerrará sus puertas.
Las grandes obras de infraestructura en que se utilizan fondos comunitarios están adjudicadas, sin escepción, a las compañías extranjeras, y las empresas locales se quedan con las migajas, además de afrontar despidos de trabajadores.
Serban Neculce, ingeniero constructor, lo tiene claro. «No veo las cosas de color de rosa. Vamos a asumir toda una serie de reglas que no están adecuadas a nuestro grado de desarrollo». «Nos sentiremos como un pobre que entra en una sociedad de ricos», coincide Dumitru Draghila, pensionista.
Las cosas pintan aún peor si cabe en la agricultura, que según las estadísticas oficiales reúne el 40% de la fuerza de trabajo del país y es en su gran mayoría de subsistencia.
Ruina del pequeño agricultor
Hasta los más entusiastas, como el analista económico Ilie Serbanescu, reconoce que «la integración no se podrá realizar sin la ruina de los pequeños productores y las pequeñas explotaciones agrícolas».«Quiero saber si quieren meternos de nuevo en koljos», señala un campesino de Bradulet de Arges, en referencia a las granjas colectivas de la era del llamado socialismo real. Muestra así su desconfianza en los planes gubernamentales para forzar a los campesinos a unirse en grandes explotaciones.
Todo apunta a que en el terreno de la agricultura, Bulgaria entra en la Unión con parte de los «deberes» hechos. Así, de ser un país tradicionalmente exportador, el país importa actualmente frutas y hortalizas hasta de otros continentes. La tierra, otrora en grandes cooperativas estatales y hoy cada vez más fragmentada, está en buena parte abandonada, y los propietarios esperan venderla ante su anunciado encarecimiento.
La espada de Damocles pende sobre sectores nacionales como la industria láctea y cárnica. Y es que los totems de la «competitividad» y la «normativa europea» se convertirán en una pinza, tal y como ha ocurrido en latitudes más cercanas.
Bulgaria se ha abierto de par en par a la inversión extranjera, pero el Gobierno de Sofía quiere más y promete el impuesto de sociedades más bajo de la UE (10%).
Entusiasmo o resignación
Con un censo de poco más de menos de 8 millones de habitantes, las estadísticas oficiales elevan al 73% el porcentaje de búlgaros que apuestan por el ingreso en la Unión.Los hay muy entusiastas, como Daniela Kozhujarova, vicedecana de la Universidad de Economía de Sofía, quien no obstante advierte de que el proceso será traumático para muchos búlgaros y que muchas pequeñas y medianas empresas no sobrevivirán al mismo.
Los hay resignados, como Valentin Stoilov, mecánico despedido por las privatizaciones y que sobrevive con una pequeña tienda de alimentos. «Es obligatorio que Bulgaria entre en la UE pero para mí tendrá un efecto negativo porque vendrán empresas fuertes, los requisitos se endurecerán y los pequeños comercios cerrarán».
Georgi Genov, parado de 62 años, lo ve crudo. «Yo no espero nada. Nadie me contratará y cuando me jubile mi pensión será de unos 40 euros. No sé cómo voy a vivir con los precios que seguirán subiendo».
BUCAREST /SOFIA
Según cifras oficiales, 3 millones de rumanos y búlgaros viven como emigrantes en los países de la UE. El Ministerio rumano de Trabajo calcula que 1,2 millones de sus emigrantes trabajan legalmente, mientras que casi otro millón sufren una situación de irregularidad. Las remesas que envían todos ellos superan los 4.000 millones de euros al año. El salario mensual medio en Rumanía es de 285 euros.
El sueldo mensual medio en Bulgaria no supera los 176 euros. De los 820.000 búlgaros censados en suelo comunitario, Más de 200.000 residen en Grecia, en su mayoría mujeres que envían el dinero a casa.
El destino preferente de los rumanos que hablan una lengua románica es Italia (un millón), Estado español (no menos de 850.000) y, ya en menor medida, Alemania.