Se han aprobado los presupuestos de la CAV de 2007
siguiendo la misma línea de los últimos años de apoyo total a la agro- industria
y poniendo a los y las baserritarras al servicio de ésta con la única función de
producir mucho y barato.
Lo primero que se echa en falta es la falta de un
balance del resultado de las políticas aplicadas durante los últimos años. Sirva
como ejemplo el sector lácteo, donde el conglomerado de la industria láctea
Iparlat ha sido buque insignia de las políticas lácteas del Gobierno vasco. Se
han invertido cantidades millonarias en el apoyo exclusivo a esta industria.
¿Cuál ha sido el resultado? Datos del propio Departamento dicen que en 1995
había 5.876 explotaciones con al menos una vaca lechera, mientras que en 2005
eran 1.862. En el mismo periodo, la producción láctea bajó un 16,3%. No se
cumple, por los tanto, la máxima planteada por los defensores de ésta política
agraria de «hay menos baserritarras, pero son más profesio- nales y esto permite
mantener la producción».
En lugar de analizar los resultados de la política
mantenida en los últimos años, el Departamento de Agricultura ha dado un salto
hacia delante y pretende trasladar el «modelo Iparlat» al sector cárnico, a la
horticultura, al sector avícola y a los que puedan venir. Esta política, basada
en el apoyo exclusivo a una industria sobre la que gire el resto del sector de
manera servil, no es el camino.
El reparto de las ayudas del programa Egoki (apoyo a
industrias agroalimentarias) es un claro ejemplo del absolutamente desigual
reparto que hace el Gobierno vasco. Los y las pequeñas baserritarras quedan
completamente marginados. Durante los últimos cinco años, 25 grandes empresas
han recibido más de un millón de euros. Estas 25 empresas suponen el 3,8% de los
beneficiarios, pero obtuvieron nada menos que el 54,6% de las ayudas. Las
empresas que forman parte del conglomerado Iparlat han recibido más de 15
millones de euros en ayudas.
Resulta sintomático la forma en que año tras año cambian
las condiciones para acceder a dichas ayudas, o se crean líneas de ayuda que
desaparecen al año siguiente. El motivo es que las ayudas se establecen en
función de las necesidades de empresas muy concretas y no al revés, como sería
de esperar.
A la vista de cómo se utiliza el presupuesto de
Agricultura de la CAV, más que un aumento de presupuesto, lo que urge es una
reorientación del mismo. El primer trabajo es hacer un buen uso del presupuesto,
dirigirlo a impulsar otra política agraria que no se base en el amiguismo y en
el castigo. No es de recibo, por ejemplo, que la D.O. Idiazabal sea castigada en
los presupuestos de 2007 por no certificar el queso a través de la fundación
Kalitatea y se tenga que «atener a las consecuencias» en palabras del propio
Consejero de Agricultura. De la misma manera que no es de recibo que los
mataderos comarcales de Oñati, Tolosa, Durango o Gasteiz no reciban ni un solo
euro de ayuda mientras Gurokela sigue siendo un saco sin fondo al que se
destinan millones de euros.
Una mejor utilización del presupuesto del Departamento
de Agricultura pasa por fijarse en aquellos sectores que han tenido una mejor
evolución, como pueden ser el ovino y el vitivinícola a través de sus
respectivas Denominaciones de Origen Idiazabal y Rioja. Se trata de dos sectores
basados en la agricultura fami- liar, compuesta por muchas y pequeñas
explotaciones que han obtenido una mayor rentabilidad a través de la
transformación y comercialización de su producto, con claro carácter
participativo de las Denominaciones de Origen y una apuesta por la calidad del
producto así como un modelo productivo determinado.
La apuesta de EHNE pasa por mantener y fomentar el
empleo agrario, siendo el papel de los presupuestos la puesta en marcha los
mecanismos necesarios para conseguir este fin. EHNE apuesta por un modelo
agrario ligado a la tierra y basado en una agricultura familiar, un sector
compuesto por muchas y pequeñas explotaciones repartidas en el territorio.
Para ello, es preciso habilitar políticas de protección
real de la tierra agraria que faciliten el acceso a los y las baserritarras, del
mismo modo que es preciso fomentar las infraestructuras que hagan posible la
transformación y la comercialización de los productos a nivel comarcal y local,
caso de los mataderos. Para ello, sin embargo, se debe reconocer el fracaso de
la actual política pro-industrial y sus nefastos resultados, tanto en el empleo
como en la capacidad productiva global. -