Los medios de comunicación en su afán de manipular la opinión pública han vuelto irrelevantes las categorías de verdad y mentira, de lo que se trata es de que la noticia para la masa resulte creíble. Y nada mejor que apelar a las emociones. Lo que los antiguos llamaban falacias ad populum. Todo puro espectáculo. Publicidad y propaganda ocupan lo que llamamos horas libres. Aislados en ese espacio que nos dicen es nuestra vida privada y que celosamente guardamos, que no es otra cosa que un espacio privado de vida. No vivimos, somos vividos por auténticos vividores que viven a nuestra costa. Y es una profesión con gran prestigio social, se llaman creativos. ¿Y qué crean? Necesidades que antes no teníamos. Los creativos nos quieren crédulos, es decir bobos. Es el reino de la vanidad y lo que antes era eso, vano, sin importancia, ahora es lo que más se valora porque se ha tornado en el auténtico marchamo de nuestra valía social.
El individuo ya no es lo que hace, sino lo que creemos que posee. Durante las veinticuatro horas nos hemos convertido en mercancía. El sueño del capital. Intentando borrar el hastío de las horas de trabajo con el falso bálsamo del consumo cerramos el círculo de la alienación. Creemos que consumimos cuando somos consumidos.
Y el malestar resultante no nos lo quita ni el método Pilates ni hacer el gamba cambiando los muebles de orientación. «Coloque su escritorio en la oficina para que le ayude a pensar... ¡creativamente!» Manual de feng sui, anuncio de un, como no, creativo. Ahora vuelve lo oriental.
Aún recuerdo el regalo navideño de una silla «ergonómica» consistente en una especie de reclinatorio donde ponías las rodillas a la vez que las nalgas se asentaban en un apoyadero inclinado. A la media hora de inestabilidad manifiesta, el flujo sanguíneo había desaparecido de las piernas y un desagradable hormigueo ascendía desde ambas extremidades inferiores hasta la altura del escroto. Para más inri, el artefacto poseía ruedas. Varias veces intentando descabalgar del artilugio estampé el cráneo con el escritorio, seguro mal orientado, con la sensación de que había sido atacado por la poliomielitis.
Como ya es Navidad en el Corte Inglés, pues nada, sigamos consumiéndonos en es-tas fechas tan entrañables. Venite adoremus, dominum consumo. -