Cuando balas, lo más impresionante es la cara que se te queda. Cuesta mucho salir en la foto con buen gesto haciendo esa gutural beeee. Algo así ha sucedido con todas las caras de todos cuantos han aparecido por televisión en el día 30 de diciembre de 2006, antes de las quince horas y treinta y cinco minutos. Sean periodistas, políticos, miembros del gobierno, conferenciantes o inquilinos desarraigados, todos tenían una cara de difícil interpretación. El coche bomba de la T-4 ha sido una buena campanada. Ha rebotado en todos los cerebros, la onda expansiva sigue sin terminar, y de paso nos ha dejado con la ejecución de Sadam Huseim como un segundo plato casi sin interés.

Sábado, fiestas, los mercados a tope, la lujuria consumista no cesa y en los transistores las noticias con sordina, las noticias amplificadas, y todos, para los que ahora mismo debemos cumplir con la obligación, nos remiten a horas posteriores a lo que sería conveniente. Por lo tanto vamos funcionando con demasiados agujeros negros. Dos, tres llamadas, ¿adónde? Sin comunicado de ruptura del alto el fuego. ¿Dónde estábamos, dónde estamos, dónde nos quedamos? En fin, que seguiremos balando con la mayor dignidad posible. Beee, beeee, beee. Cuando volvamos en hoja cambiada del calendario ya sabremos algo más, o al menos en eso queremos confiar.

Previamente a todo esto teníamos en la retina la cara de un concursante de GH que se sometía al tan en moda predictor, es decir ese aparato que le otorga certidumbre de si va a seguir contratado, y el tal Dani Rubio, tiene más cara que espalda, miente como en un juego de mesa, es un personaje absolutamente poseído por el don de la notoriedad televisiva, que según su interpretación consiste en ser un ingenioso estúpido, un geta, capaz de hacer cualquier cosa con el único fin de permanecer contratado, de tener cuota de pantalla, y me temo que dada la calaña de los responsables de los programas en donde sobrevive, su candidatura es de las que todos los pronósticos dan como segura. Se buscan tiparracos de ese perfil para mantener el tinglado. De tal manera que las antiguas hienas aparecen como corderitos o bambis. Beee. -