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Gara > Idatzia > Mundua 2006-12-31
Saddam Hussein, ahorcado
Los cómplices en los peores crímenes ya pueden dormir tranquilos
Saddam Hussein ya está muerto y quienes le armaron y le animaron a llevar a cabo las peores matanzas pueden respirar aliviados: un testigo muy informado ya no puede explicar quiénes le instaron a agredir a Irán en 1980, qué armas recibió para ello, por qué decidió invadir Kuwait... EEUU se ha deshecho de la prueba más peligrosa.

Al hombre ahorcado ayer por matar a 148 chiíes iraquíes en la localidad de Dujail en 1982 se le atribuyen más de un millón de víctimas. Pero ya no puede ser juzgado por la guerra entre Irak e Irán que causó más de un millón de muertos, sin duda, el crimen cuantitativamente más grave de los que cometió el ex presidente de Irak. No extraña que la reacción de Irán ayer consistiese en remarcarlo. Hamid Reza Asefi, jefe de asuntos consulares y parlamentarios del Ministerio de Exteriores de Irán, declaró que «se cerró apresuradamente el juicio de Saddam ya que, en el caso de que se hubiese abierto un expediente para tratar el caso de las guerras contra Irán y Kuwait, entonces habría salido a la luz la implicación de EEUU, así que Washington se ha esforzado para que el caso se cierre sólo con Dujail».

También en el pueblo kurdo, otra de las grandes víctimas de Saddam, se ha extendido la misma idea. Según señala a GARA Manuel Martorell, periodista navarro que viaja regularmente a Kurdistán Sur, los amigos kurdos con los que ha hablado le han subrayado que Saddam Hussein ha sido ejecutado por el crimen más leve de los que se le atribuyen, con lo que quedan sin ser juzgados episodios tan graves como la matanza con armas químicas de Halabcheh, cuyas imágenes de niños y mujeres muertas dieron la vuelta al mundo. Martorell recuerda otros casos gravísimos, como las expulsiones de kurdos iraníes o la desaparición de miles de miembros del clan de los Barzani. A la pregunta de si lo que hizo Saddam fue un caso de «limpieza étnica», el navarro responde rotundo: «fue un genocidio».

El especialista navarro destaca el caso de la Campaña Anfal: «el Gobierno de Saddam Hussein lo consideró una ofensiva militar contra la traición del pueblo kurdo. El entonces vicepresidente iraquí Taha Yasin Ramadan, sin embargo, reconoció implícitamente que el objetivo final era acabar con los kurdos. Fue el 3 de julio de 1989, al concluir la guerra Irán-Irak, durante una conferencia internacional de prensa. Ramadan explicaba un complicado operativo para despoblar una franja de 1.200 km de largo por 30 km de ancho. A continuación informó a los periodistas destacados en Bagdad de que estas operaciones continuarían y dijo textualmente: ‘De aquí a 1992 los kurdos serán una minoría en el Kurdistán’».

Según los cálculos de Martorell, 180.000 kurdos fueron exterminados por Saddam, cuyas fuerzas arrasaron más de 4.000 pueblos. Es por ello que hay muy pocos kurdos en el territorio que llamamos Irak que no tengan en la familia algún caso de detención, torturas, desaparición o muerte. «Hoy, tanto entre los kurdos como entre los chiíes, se dan los mismos sentimientos. Incluso la gente joven con formación universitaria que rechaza la pena de muerte se habrá alegrado de que haya muerto». Sembró odio por toneladas. Martorell compara el caso de Saddam con los de Hitler, Musolini y Pol Pot.

En todo caso, las masacres de kurdos serían una consecuencia más de la agresión a Irán, una guerra que suele quedar oculta bajo hechos más actuales y que fue, en el fondo, el intento estadounidense por tumbar la Revolución Islámica de Irán haciendo uso de un «tonto útil». Existía, cierto es, un poso histórico. Ya en 1971, Irak había roto relaciones diplomáticas con Irán debido a conflictos territoriales. Además, Irak estaba preocupado por la propaganda religiosa dirigida desde Irán, con el ayatolá Jomeini al frente, contra el régimen baazista laico de Bagdad; temía especialmente perder la lealtad de sus súbditos chiíes.

La victoria parecia facil

Además, Saddam Hussein creía que la potencia militar de Irán se había debilitado en gran medida por la revolución iraní de 1979 y que el apoyo que conseguiría por parte occidental le permitiría obtener una fácil victoria. La guerra comenzó el 17 de setiembre de 1980.

Aunque las fuerzas iraquíes obtuvieron éxitos militares al principio, Irán contuvo a los invasores, reorganizó sus propias fuerzas y se lanzó a la ofensiva. Hacia 1982, las tropas iraquíes habían sido expulsadas de la mayor parte del territorio de Irán, cuyos gobernantes rechazaron la posibilidad de comenzar un proceso de paz y continuaron con la guerra para castigar a Irak.

Cuando Irán comenzó a usar una infantería muy numerosa pero pobremente armada ­se relatan casos en los que los combatientes eran enviados sin arma alguna, usando la táctica de desbordamiento­, Irak comenzó a utilizar gases tóxicos. Con la ayuda de grandes donaciones y préstamos de los estados árabes del golfo Pérsico y el suministro de armamento (entre otros, de la URSS, EEUU y de los estados español y francés), Irak resistió mientras su fuerza aérea atacaba ciudades e instalaciones petrolíferas iraníes. Finalmente se llegó a una cierta paz el 20 de agosto de 1990, sobre la base del mantenimiento de la situación territorial anterior al enfrentamiento bélico. La guerra se saldó con más de un millón de muertos (el 60% de ellos iraníes), y casi dos millones de heridos, además de numerosos gastos materiales, que dejaron la economía de ambos combatientes en una situación muy precaria.

En 1983, el presidente de EEUU, Ronald Reagan, envió a Irak a Donald Rumsfeld como enviado especial. La visita tenía como objetivo alentar a Saddam en sus aspiraciones bélicas, ofrecer ayuda directa e indirecta e incluso poner a su disposición el uso de armas biológicas contra Irán.

El fin de la era Reagan no supuso un cambio de política. En palabras del profesor estadounidense Noam Chomsky, «Bush ­padre­ autorizó garantías de préstamos y la venta de tecnología avanzada con claras aplicaciones en armas de destrucción masiva (WMD, por sus siglas en inglés) hasta el mismo día de la invasión de Kuwait, haciendo a veces caso omiso de los esfuerzos parlamentarios por impedir lo que estaba haciendo. Y Gran Bretaña seguía todavía autorizando la exportación de equipos militares y de materiales radioactivos unos pocos días después de la invasión». -

DONOSTIA



«No frenara la resistencia»
La Campaña Estatal contra la Ocupación y por la Soberanía de Irak (CEOSI) sostiene que la ejecución no logrará frenar la resistencia a la ocupación estadounidense.

Dicho organismo, con fluidas relaciones con grupos del amplio movimiento iraquí contra la ocupación, ha hecho público un comunicado a propósito del ahorcamiento del derrocado presidente. «Con la ejecución de Saddam Hussein los ocupantes y sus aliados internos sectarios pretenden erradicar los referentes de laicismo, integración y gestión pública de los recursos de Irak que han caracterizado el proceso social histórico del país desde los años 50 del siglo pasado ­afirma CEOSI­. Pero esos mismos valores siguen estando presentes en las aspiraciones del pueblo iraquí y su vigencia se materializa en su lucha resistente contra la ocupación y por la soberanía plena de Irak».

«La ejecución no va a frenar, por tanto, la resistencia del pueblo iraquí frente a la ocupación extranjera, contra las fuerzas colaboracionistas y frente a todos aquellos que pretendan culminar una fractura sectaria, lucha en la que el movimiento baazista está claramente comprometido junto a otras fuerzas bajo postulados democráticos y plurales», añade.

Además, la Campaña denuncia «la manifiesta ilegalidad del procesamiento de miembros del anterior Gobierno de Irak y, por tanto, de todas sus consecuencias y resultados dado el carácter de prisioneros de guerra que corresponde a los dirigentes iraquíes capturados y apresados por las fuerzas de ocupación de EEUU. La ejecución pone de manifiesto que el Gobierno de Bush, ante el desmoronamiento de la conquista anglo-estadounidense de Irak de 2003, consecuencia de la ofensiva política y militar de la resistencia iraquí, ha optado por cerrar toda vía de diálogo con las fuerzas políticas y militares de la resistencia patriótica para alinearse abiertamente con el bloque confesional chií y las fuerzas paramilitares de la ultraderecha religiosa iraquí en su estrategia de división sectaria del país. La ejecución de Saddam va a suponer, en este sentido, más guerra y más violencia sectaria en los próximos meses», augura CEOSI.

Aportación vasca a la guerra química

Durante la guerra entre Irán e Irak, el Estado español suministró armas a ambos contendientes. El armamento suministrado fue, básicamente, armas ligeras, morteros y municiones. Caso aparte fue el episodio de los obuses químicos. En 1984 Irán solicitó una inspección internacional que verificase que Irak estaba usando armas químicas en su contra. Esta inspección examinó obuses iraquíes que no habían estallado, llenos de gas mostaza. Los obuses estaban fabricados por EXPAL (Explosivos Alaveses), empresa ya desaparecida que en sus mejores años vendía armas a Argentina, Marruecos y Jordania, entre otros.


 
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