Circular
Una pulsión existencial, un vacío, un silencio siempre roto por el juego escénico, un viaje circular. La obra empieza y termina igual, como si en su metáfora el transcurso del tiempo no sirviera nada más que para acumular sensaciones, añadir arrugas o descifrar algunos de los muchos enigmas de la vida ordinaria.
Esta obra, creada en Brasil por el bizkaitarra Ieltxu Martínez en colaboración de Marcia Bernardes, se inscribe en una tendencia teatral en la que la experiencia personal forma parte del discurso, en donde más que un personaje contemplamos un ente escénico, que viene y va de sus circunstancias a su biografía, que se relaciona con los elementos, que los juega, los inventa, los vive, revive y utiliza, pero que acaba siempre en el propio creador, que se nos presenta con nombre, apellidos, documento de identidad y filiación paterna, y nos suelta en medio de la representación una contundente: «¡qué difícil es ser extranjero en tu propio país!».
Teatro de la personalidad, pero a la vez de la oscuridad, donde no se explicita nada, a excepción de algunas obviedades, algunas concesiones hacia el exterior. El resto sucede en un microcosmos cerrado, interiorizando las emociones, jugando con un maniquí, con una luz, con unas bolsas. Mensajes no lineales, historia fragmentada de pesadumbre, de incomprensión, como si el mundo no estuviera hecho a la medida del hombre. O al menos de ese hombre-ente escénico, que responde por Ieltxu.
La actuación se nutre de acciones físicas y de un texto que por momentos parece llegar del exterior, aunque en otros se corporeiza de forma realista. El espacio escénico se delimita con la sencillez de unas cañas, se activa con el juego, logra la significación con una iluminación que busca crear campos lumínicos que provoquen la reducción espacial o ensanchen el campo visual, siempre en tonos que ayudan a dotar a este unipersonal de entidad, de capacidad emotiva. Un trabajo que apunta a otras posibilidades, que lo presenciamos junto a un público que intervenía a voz en grito sin guardar ni las convenciones ni el respeto debido. -
Carlos GIL
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