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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2007-01-28
Antton Morcillo - Licenciado en Historia
Sokatira

En mayo habrá elecciones municipales, primera contienda de la etapa Zapatero. Casi un año más tarde ­primavera del 2008­, los españoles dirimirán quién es el inquilino de la Moncloa. Así pues, está en ciernes un nuevo ciclo electoral que no acabará hasta la celebración de los comicios europeos.

El sosiego inter-electoral se le ha acabado al presidente del Gobierno español, y con ello una parte del margen de que disponía para hacer una política audaz. Ahora, en cambio, todo el PSOE estará inquieto pensando en el momento crítico, y es sabido que no son pocos los que aplican la máxima de que en tiempos de crisis no se deben hacer mudanzas.

Zapatero ganó las elecciones con varias promesas. De todas ellas, sólo ha cumplido la más inmediata, la que realizó con mayor celeridad, esto es, la retirada de las tropas españolas de Irak; el resto ha ido tomando el sabor de agua de borrajas.

Del Estatut catalán ya hablamos bastante en su tiempo, de las maniobras y chanchullos para quitarle contenidos y dejarlo en algo insípido, apático y gris.

Sobre la recuperación de la memoria histórica, ¡qué decir! No sólo se trataba de corregir los libros de historia o de rehabilitar a las víctimas del Franquismo, sino que lo más importante era enjuiciar los cuarenta años de dictadura para derrotar al Neofranquismo, a ese mismo Neofranquismo que inspiró el mandato de Aznar y que hoy lidera Rajoy, que actualmente está fuera del Gobierno pero que tanto impregna todavía al mundo judicial, comunicativo y empresarial. En sus tres años de mandato, el presidente español poco ha hecho para obligar a la derecha española a civilizarse y homologarse con la europea, por lo que, a día de hoy, el PP sigue estando mucho más cerca del pensamiento totalitario que del democrático.

En lo relativo a la tercera gran promesa del inicio de legislatura, la resolución del conflicto vasco, la situación actual expresa con meridiana claridad el fracaso de la estrategia seguida por el Gobierno.

El Gobierno español ha seguido el criterio de abordar la cuestión sin ningún tipo de reconocimientos o bases previas, en la idea de que todo son bazas de negociación. No dar por sentado nada es una posición poco inteligente, porque lleva al absurdo de no querer reconocer a la otra parte, incluso de no aceptar que el conflicto existe, con lo cual la idea inicial de resolución decae cuando no se sabe qué es lo que se quiere resolver y con quién se debe resolver.

Puestos a buscarle la lógica a tal actuación, la flexibilidad cero expresada por el Gobierno español puede deberse, fundamentalmente, a dos intenciones: o bien se tensa la cuerda para romper porque no hay voluntad de resolver nada, o bien se trata de medir las fuerzas de la parte contraria.

Si es la primera de las dos opciones, el Gobierno iría poniendo cada vez más piedras en el camino, a fin de evitar un acercamiento que no desea. En cambio, si se tratara de medir fuerzas, carecería de sentido hipotecarse a futuro con medidas que eviten o dificulten la reconducción del proceso.

No son pocos los que piensan que Zapatero ha estado en continua sokatira para medir la fuerza de la sociedad vasca, en general, y de la izquierda abertzale en particular, pero que mantiene intacta su voluntad de llegar a un acuerdo para resolver el contencioso histórico vasco.

Sin embargo, si así fuera, es inexplicable su torpeza al utilizar medidas que objetivamente le han restado versatilidad, o al confiar para tal menester en personas y aparatos de la órbita del PP, que no tienen nada tan fácil como aplicar la legislación existente, no derogada por Zapatero, para sabotear un proceso que no desean.

Sea como fuere, el camino seguido por el Gobierno español ha generado, genera y generará una espiral de desencuentros, de crispación y de continuo bloqueo en el tablero político vasco. Tensando la cuerda como la ha tensado, cerraba todo el margen de maniobra a la izquierda independentista y le ponía en jaque-mate.

ETA, con el atentado de Barajas, ha dejado la partida en tablas, al menos de momento. Se ha dicho que con esta acción, ha puesto a Zapatero «al pie de los caballos», para que aquéllos, en forma de PP, le pateen con inmisericordia. Sin embargo, me parece que es injusto atribuir tal intención a esta organización, máxime cuando en estos nueve meses ha sido el PSOE quien, de manera incomprensible, ha mantenido la dinámica de contentar a la bestia derechona con la represión, la ofensiva judicial y el miedo a moverse.

Estoy convencido de que la situación actual sólo beneficia al PP. Rajoy lo dice; está contento porque las cosas salen como él quiere, porque hay desencuentro en lugar de acercamiento, porque encarcelan a los jóvenes de Segi, porque juegan con Iñaki de Juana, le aplican cadena perpetua primero y una lenta pena de muer- te, después... Rajoy se alegra porque hay crispación, pero la crispación la crea Zapatero. El puede cambiar leyes, él puede cambiar la situación. -


 
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