¿El monte para los cazadores?
Mariasun Heras - Miembro de la Asociación para un Trato Etico de los Animales (ATEA)
Si una sale el domingo al campo con la intención de disfrutar de una apacible jornada en el territorio alavés puede toparse con uno de esos desagradables carteles que te «invitan" a no pasar por el sendero que pensabas transitar porque la zona está materialmente infestada de cazadores en batidas a jabalís. Sí, así de sencillo. La indicación -que no prohibición- imagino exime de toda respon- sabilidad a los ejecutores y responsables de la batida en caso de que una sea confundida con un cochino jabalín y se vea también abatida cuando una lluvia de perdigones atraviesen su piel. Un gran número de todoterrenos invadiendo áreas donde a los demás ciudadanos se nos prohíbe acceder con vehículos a motor, el estruendoso ruido de los perros (¿en qué estado acaban estos desdichados tras una jornada de intensa cacería?) y otros artilugios que violan el discurrir natural de la vida silvestre. Todo ello te hace reconocer enseguida que -legal o no- hay una batida que pretende acabar la jornada con el mayor número posible de hermosos jabalís convertidos en cadáveres en los remolques de sus potentes 4x4.
A los ingenuos que nos hemos creído que el medio natural (eso que llamamos coloquialmente «campo" o «mon- te") es un bien común que hay que respetar y cuidar no nos han informado de que hay castas para acceder a él. Ni de que si uno tiene licencia de caza y cumple con unos exiguos requisitos pactados entre cazadores y administraciones pasa automáticamente a engrosar el privilegiado club de gestores de la naturaleza. Unos y otras llegan a la conclusión de que «hay mucho jabalí" y de que, como consecuencia lógica, mejor que sean los propios cazadores quienes nos hagan el favor de aniquilarlos.
¿Que la Ley de Caza prohíbe cazar con niebla? Es lo mismo, «no hay tanta" como para suspender la lúdica jornada (esto es lo que literalmente decía el guarda responsable de la cacería el pasado domingo en el barranco de Oca). ¿Que has visto una hoguera en el suelo en mitad de un quejigal? Mejor la apagas tú mismo, porque los guardas de la Diputación Foral de Alava están en una batida y «no pueden ir a controlar la situación" (sic, hace dos semanas, mismo lugar). Los cazadores, con sus escopetas y sus vulnerables perros, se han convertido en un auténtico lobby en esta provincia. Ellos lo negarán, correrán lloriqueando a mamá Diputación pidiendo una inmediata repoblación de conejos o perdices en tal lugar, para así poder ejercer su gran pasión, matar animales porque en eso consiste al final la práctica de la caza deportiva, por encima de términos rimbombantes (gestión cinegética, control poblacional...), con los que tratan de embaucar a la opinión pública. Es monte es de todos y no es de nadie, especialmente de quien no sabe respetarlo.
Si una sale el domingo al campo con la intención de disfrutar de una apacible jornada en el territorio alavés puede toparse con uno de esos desagradables carteles que te «invitan" a no pasar por el sendero que pensabas transitar porque la zona está materialmente infestada de cazadores en batidas a jabalís. Sí, así de sencillo. La indicación -que no prohibición- imagino exime de toda respon- sabilidad a los ejecutores y responsables de la batida en caso de que una sea confundida con un cochino jabalín y se vea también abatida cuando una lluvia de perdigones atraviesen su piel. Un gran número de todoterrenos invadiendo áreas donde a los demás ciudadanos se nos prohíbe acceder con vehículos a motor, el estruendoso ruido de los perros (¿en qué estado acaban estos desdichados tras una jornada de intensa cacería?) y otros artilugios que violan el discurrir natural de la vida silvestre. Todo ello te hace reconocer enseguida que -legal o no- hay una batida que pretende acabar la jornada con el mayor número posible de hermosos jabalís convertidos en cadáveres en los remolques de sus potentes 4x4.
A los ingenuos que nos hemos creído que el medio natural (eso que llamamos coloquialmente «campo" o «mon- te") es un bien común que hay que respetar y cuidar no nos han informado de que hay castas para acceder a él. Ni de que si uno tiene licencia de caza y cumple con unos exiguos requisitos pactados entre cazadores y administraciones pasa automáticamente a engrosar el privilegiado club de gestores de la naturaleza. Unos y otras llegan a la conclusión de que «hay mucho jabalí" y de que, como consecuencia lógica, mejor que sean los propios cazadores quienes nos hagan el favor de aniquilarlos.
¿Que la Ley de Caza prohíbe cazar con niebla? Es lo mismo, «no hay tanta" como para suspender la lúdica jornada (esto es lo que literalmente decía el guarda responsable de la cacería el pasado domingo en el barranco de Oca). ¿Que has visto una hoguera en el suelo en mitad de un quejigal? Mejor la apagas tú mismo, porque los guardas de la Diputación Foral de Alava están en una batida y «no pueden ir a controlar la situación" (sic, hace dos semanas, mismo lugar). Los cazadores, con sus escopetas y sus vulnerables perros, se han convertido en un auténtico lobby en esta provincia. Ellos lo negarán, correrán lloriqueando a mamá Diputación pidiendo una inmediata repoblación de conejos o perdices en tal lugar, para así poder ejercer su gran pasión, matar animales porque en eso consiste al final la práctica de la caza deportiva, por encima de términos rimbombantes (gestión cinegética, control poblacional...), con los que tratan de embaucar a la opinión pública. Es monte es de todos y no es de nadie, especialmente de quien no sabe respetarlo.