Mientras los bagdadíes se ven sacudidos por nuevos atentados sin tiempo de llorar a sus muertos -más de un millar en la última semana-, el mando ocupante se vio obligado ayer a dar muestras de que hace algo y anunció que ultima los preparativos del Plan de Seguridad en Bagdad, iniciativa anunciada por el presidente de EEUU en el marco de su «nueva estrategia para Irak".

 Sobre el terreno, contingentes de paramilitares y de policías iraquíes, apoyados por carros blindados, instalaron ayer por la mañana nuevos puestos de control en el este de la capital. Este movimiento de tropas sigue a un aluvión de críticas a EEUU por su tardanza en enviar su 22.000 soldados de refuerzo a Irak -los últimos no llegarán hasta finales de abril-.

 Las críticas más fuertes han llegado de la mano de diputados del Parlamento del Irak ocupado, dominado por las formaciones chiítas. Chiítas son la abrumadora mayoría de las víctimas de los últimos atentados indiscriminados, el más sangriento de los cuales dejó un saldo de 135 muertos en un barrio de la capital el pasado sábado.

La Casa Blanca ha tenido que salir al paso de estas críticas a su demora asegurando que «estas cosas llevan su tiempo". Tampoco está claro que estos últimos preparativos respondan a algo más que un gesto reflejo.

Hasta 85.000 efectivos más

Los mismos responsables del Gobierno colaboracionista iraquí eludieron confirmar si los nuevos puestos de control, especialmente visibles en torno a la inmensa barriada chiíta de Medina al-Sadr -feudo del movimiento antiocupación del mismo nombre- tienen que ver con el citado plan, que prevé el despliegue de 85.000 efectivos en Bagdad, 35.000 de ellos soldados estadounidenses.

Pero el plan existe y tiene un objetivo dual; de un lado la resistencia sunita y sus bastiones en la capital y en el centro-norte del país y, de otro, las fuerzas chiítas antiocupación. Dos dirigentes del movimiento al-Sadr han sido abatidos en los últimos días por las fuerzas ocupantes.

EEUU muestra estas pírricas «victorias" mientras todos los puestos de control y las órdenes del centro de mando operacional de Bagdad -a cargo paradójicamente de un general que luchó contra EEUU en la Guerra del Golfo de 1991-, no impiden -no pueden o no quieren- el tributo en sangre diario de la atribulada población bagdadí. Ayer mismo morían 28 civiles en atentados en la capital. Otros 18 iraquíes murieron en ataques en Mosul, Baquba y Kirkuk, capital del Kurdistán Sur.

 Eso sí, los responsables de la ocupación, EEUU y Gran Bretaña, siguen sufriendo su goteo de bajas. La muerte ayer de un soldado británico en una emboscada en Basora eleva al sicológico centenar la cifra de bajas mortales del antiguo imperio.

 El Pentágono informó de la muerte de dos soldados y estudia medidas después de que haya perdido cuatro helicópteros desde el pasado 20 de enero.