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Adiós a la periodista que puso a Bush el mote de «arbustito"

Molly Ivins era una de las grandes periodistas que quedaban en EEUU, uno de los pocos profesionales que denunciaba tanto las políticas del George W. Bush como la hipocresía de los profesionales de la mentira, una periodista que desnudó a la clase política de su país. Fue columnista en los mejores medios, y también en «La Jornada". Uno de sus periodistas más brillantes, David Brooks, nos cuenta la historia.

La gran periodista que gozaba de reducir a su tamaño real a la clase política estadounidense, que le puso el apodo de «arbustito« al actual presidente (shrub es arbusto, o bush, arbusto chiquito), quien se dedicaba a desnudar la hipocresía de los profesionales de la mentira, que con su humor perfeccionado en Texas revelaba las verdades de un país perdido en sus propios mitos, que tantas veces provocó la reacción «Molly Ivins no puede haber dicho eso, ¿o sí?", murió el pasado jueves en Austin, Texas, a los 62 años de edad.

Ivins fue colaboradora de «La Jornada". Sus columnas sindicadas aparecían en más de 300 publicaciones estadounidenses. Fue coeditora del Texas Observer (revista política texana con reputación nacional) y periodista para, entre otros, el «Houston Chronicle", «New York Times", «Dallas Times Herald" y la revista «Time", y columnista política del Ft. Worth Star Telegram.

Fue comentarista en noticieros nacionales, que buscaban su atinada crítica política, siempre envinada del humor que adquirió desde niña en Texas. Escribió cuatro libros, casi todos best sellers, incluyendo Shrub: «The Short but Happy Political Life of George W. Bush" (con Lou Dubose) y «Molly Ivins Can't Say That, Can She?".

Su última columna

Su última columna, publicada en el diario mexicano «La Jornada" el pasado 29 de enero (y que reproducimos en parte en la columna de la página siguiente), fue un buen ejemplo de su ira contra el gobierno ultraconservador de George W. Bush y la clase política, y en defensa, siempre, de los valores democráticos de este país.

Al convocar a los lectores a oponerse a la oleada de Bush (el envío de más tropas), insistió: «Nosotros gobernamos este país. Nosotros decidimos. Y cada día que pasa, cada uno de nosotros necesita dar un paso al frente y hacer algo para detener esta guerra. Armar un escándalo. Pensar en algo para lo que lo ridículo se vea ridículo. Hacer saber a nuestros soldados que estamos con ellos y queremos sacarlos de ahí. Tomar las calles para protestar contra la oleada de Bush... Necesitamos gente en las calles, golpeando cacerolas al grito de `¡Alto a la guerra!´". Hasta donde se sabe, fueron las últimas palabras que escribió como periodista.

Finalista del Pulitzer

Finalista en tres ocasiones para el Premio Pultizer, fue integrante de la Red de Periodistas de Amnistía Internacional, pero según recordó hoy uno de sus periódicos, el Ft. Worth Star Telegram, le encantaba decir que sus dos honores más queridos fue ser prohibida por la Universidad Texas A&M, institución conservadora que la consideraba enemiga, y que la policía de Minneápolis había nombrado a su mascota, un cerdo, con su nombre cuando ella estaba encargada de cubrir la fuente policiaca en una de sus primeros trabajos como reportera.

«Soy optimista al punto de la idiotez, creo que es un problema congénito", declaró Ivins en entrevista con «La Jornada" en su casa en Austin, en julio de 2002. «Muchos en otras partes del país me preguntan cómo puedo mantenerme tan feliz ante tantos problemas, y les digo que soy una liberal en Texas práctica, práctica, práctica". Agregó: «Creo que la lucha es la misma de siempre: la justicia. Mi generación participó en el movimiento de los derechos civiles y el gran movimiento de lucha por los derechos de los chicanos, y cuando era directora del «Texas Observer" de eso se trataba la política".

Continuó: «Creo que sigue siendo una lucha populista (en el sentido estadunidense, lucha popular) contra el gran dinero. Uno de los grandes problemas de esta sociedad es que los ricos son extremadamente ricos, mucho más que los demás. Si uno describiera esto en cualquier país latinoamericano, la gente diría: `Oye, va a haber una revolución aquí´. Hay indiferencia ante el sufrimiento realmente atroz, y no es que la mayoría de los estadunidenses no sea gente buena, es que simplemente no lo ve. En esta lucha uno está intentando crear una sociedad justa... Aquí tenemos una oligarquía manejada por gente rica, igual a lo que se rumoraba que existe en México".

 Ivins, quien nació Mary Tyler Ivins el 30 de agosto de 1944 en Monterrey, estado de California, se mudó a Texas desde niña, y se transformó en una de las figuras más conocidas del estado, y poco después a escala nacional, durante su larga carrera periodística y como columnista política.

Ultimo viernes de mes

Invitó a los corresponsales de «La Jornada" a su casa, donde el último viernes de cada mes abría sus puertas a todo aquel que deseaba pasar un rato con más de cien amigos, entre ellos, líderes políticos progresistas del estado como el populista ex comisionado de Agricultura Jim Hightower, y a veces llegaba su gran amiga la ex gobernadora de Texas Ann Richards. Llegaban con alimentos y bebidas para festejarse, y había un tema seleccionado por el grupo íntimo de Ivins para cada uno de estos eventos, y la tarea para los asistentes era ofrecer una canción, un poema, un fragmento de literatura o una miniobra de teatro sobre ese tema. Molly y diez de sus amigas armaron un sketch musical sobre la menopausia, donde cantaron y bailaron sobre sufrir esta condición (todas las participantes eran poderosas figuras en la política o en los medios).

Unos años antes, en los 90, «La Jornada" entrevistó a Ivins en Boulder, Colorado, y desde entonces sufrió al traducir una voz tan estadounidense y, peor, para el traductor, tan llena de texanismos. Pero a la vez revelaba como pocos las aguas negras que corren debajo de esta democracia. «Los políticos texanos no son estafadores; sólo tienen un sentido sobredesarrollado de la circunstancia extenuante. Como dicen los legisladores sobre el electorado: si no puedes beber su whisky (de los electores), cogerte a sus mujeres, tomar su dinero y aún así votar contra ellos, no mereces el puesto", dijo a «La Jornada".

Cuando escribía una columna para el «Dallas Times Herald", dijo de un político local: «Si su nivel de inteligencia baja más, lo tendremos que regar dos veces al día".

 Movimiento popular

«En mi juventud aspiraba a ser una gran periodista. George Orwell, Albert Camus y I.F. Stone eran mis héroes por aquel entonces. Grandes escritores e intelectuales que ayudaron a iluminar sus tiempos. Pero, miren a estos tipos: Dios les dio el fascismo, comunismo, colonialismo y macartismo... Lo único que me dieron a mí fue Lubbock (un pueblo en Texas). No es mi culpa", escribió Ivins.

Pero es Ivins quien señala que Texas es todo un mundo, entre otras cosas, el lugar de nacimiento del movimiento populista en 1880, «el movimiento más democrático que haya existido en este país; nació de una alianza entre granjeros y trabajadores, e inicialmente negros también", y señala que no es sinónimo de un movimiento demagógico, sino de lucha popular. La tradición se ha renovado con cada generación, con líderes actuales como Hightower y la propia Ivins.

«Como saben, el problema con el sistema político estadunidense es la corrupción, el dinero. Siempre ha sido un problema que no tengamos un partido de trabajadores. Tenemos un partido del capitalismo, pero no hay uno de los trabajadores, y los demócratas son cada vez menos eso", comentó al diario mexicano. El gran problema para promover el cambio aquí es que «la gente se ha despolitizado". Sin embargo, subrayó que ante todo esto no se puede perder el optimismo. «La desesperanza es el único pecado.

Ivins jamás cometió ese pecado, aun al padecer el cáncer que finalmente no resistió nada más asomar febrero al calendario, al morir en su casa en Austin después de una lucha de siete años contra ese mal. Molly Ivins era soltera y no tuvo hijos.

Con la triste noticia de su muerte, esta pelirroja de gran estatura física y moral, de risa profunda, periodista valiente que hacía temblar a los políticos texanos machos y al propio presidente, nos deja a muchos diciendo: «Molly Ivins no puede hacernos esto".

¿Cómo pudimos ser tan tontos?
En su último artículo, Molly Ivins aconsejaba, a cualquiera que desee hablar con conocimiento de causa de «nuestra desventura en Irak", leer el libro de Rajiv Chandrasekaran «Imperial Life in the Emerald City: Inside Iraq's Green Zone". Es, según relataba la periodista, «como una novela de horror. Al final uno agacha la cabeza y gime: ¿cómo pudimos dejar que pasara esto? ¿Cómo pudimos ser tan tontos?". Como dice la reseña del «Washington Post", el libro documenta metódicamente la «pasmosa ineptitud" que dominó los intentos estadounidenses de influir en la política iraquí. Ante esto, se revuelve y eleva la voz: «Nosotros gobernamos este país. Nosotros decidimos. Y cada día que pasa, cada uno de nosotros necesita dar un paso al frente y hacer algo por detener esta guerra. Hacer un escándalo. Pensar en algo para que lo ridículo se vea ridículo. Tomar las calles para protestar contra la oleada de George W. Bush. Necesitamos gente en las calles".

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