Déficit demográfico en Europa
Comienza a acelerarse el envejecimiento en la UE
Las previsiones demográficas para Europa son, según la Comisión Europea, alarmantes, debido a la baja tasa de natalidad y al aumento de la esperanza de vida como consecuencia de los progresos de la ciencia y del nivel de vida. Esta situación originará un mayor gasto en el sistema sanitario, problemas en la financiación de la seguridad social y puede poner en riesgo el sistema de pensiones.
Mirari ISASI
Europa sigue sin encontrar una solución al problema del envejecimiento de su población y de su creciente déficit demográfico. Según datos de la Comisión Europea, en el horizonte de 2050, un tercio de sus ciudadanos superará los 65 años. Esta situación va a trastocar muchos aspectos de la vida de los europeos.
El envejecimiento de la población europea está en plena aceleración. Hace tres años, sólo el 16,5% de los habitantes de los países de la actual Unión Europea era mayor de 65 años, pero se prevé que subirá al 18% a partir de 2010; al 25%, en 2030, y al 30% en 2050, según recientes proyecciones de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat). Por primera vez en Europa, a principios de la década el número de personas mayores de 65 años superó a los menores de 15 años.
Además, las previsiones de Comisión Europea apuntan a que entre hoy y 2050 el promedio de edad de los europeos pasará de 39 a los 49 años y que para 2030, el número de personas con edades comprendidas entre los 55 y los 64 años aumentará en 14 millones, mientras que los europeos mayores de 80 años pasarán a ser de 19 a 34 millones.
De manera paralela, la población en edad de trabajar -entre los 15 y los 64 años- disminuirá alrededor de 20 millones de aquí al año 2030.
En el planeta sólo Japón se enfrenta a un problema similar. Pero la Unión Europea, que tiene en la actualidad 495 millones de habitantes, es una región mucho más poblada y más extensa que el archipiélago nipón.
En tan sólo quince años, entre 1990 y 2005, la esperanza de vida para los europeos ha aumentado cerca de dos años. Cumplidos los 65 años, los ciudadanos de la UE puede aún aspirar a vivir una media de 17 años más y las ciudadanas, veinte.
En paralelo a este aumento de la esperanza de vida, la tasa de natalidad cayó del 1,6 en 1990 a menos del 1,5, cuando para garantizar el relevo generacional al mergen de la inmigración es necesario una media de 2,1 hijos por cada mujer en edad de procrear.
La reducción ha sido especialmente importante en los antiguos países comunistas de Europa Central y Oriental, cuya tasa, antes de 1989, era de en torno a 2, y en la actualidad registran las cifras más bajas, con un 1,2 en el caso de Eslovaquia, en 2006.
Para la profesora polaca de demografía Irena Kotowska, los países postcomunistas no hicieron más que seguir, con retraso, una tendencia que comenzó en los años 60 en Escandinavia y se extendió, posteriormente, por el oeste y el sur europeos.
Las mujeres trabajan cada vez en mayor número y son económicamente más independientes. Estudian mucho más y mucho más tiempo y pretenden comenzar una carrera antes de ser madres. En 2003, la media de edad de las mujeres que decidían tener un hijo era de 28 años, dos más que en 1990.
Sin embargo, los expertos consideran que la caída de la tasa de natalidad no es irremediable si la sociedad puede garantizar a los padres la posibilidad de conciliar vida laboral y familiar.
La mayoría de los demógrafos afirman que Europa va a tener que tomar partido y aprender a vivir de forma diferente, administrando mejor su Hacienda pública para financiar los sistemas de jubilación y salud y aceptando, también, el creciente peso político de los ancianos.
Para el comisario europeo para Asuntos Sociales, Vladimir Spidla, los europeos no deben considerar el envejecimiento en términos de costes o como una amenaza. «La economía debe aprovechar las oportunidades que ofrecen nuevos mercados vinculados a las necesidades de una población más vieja», señaló.
Estado español un ejército de latinos para paliar el «boom del abuelo»
El Estado español se recupera desde hace algunos años de su escaso índice de natalidad y de su envejecimiento por la llegada masiva de jóvenes inmigrantes, muchos de ellos procedentes de América Latina, pero este fenómeno no impedirá que figure, a mediados de siglo, entre los más viejos del planeta.
La población inmigrante, estimada en un 10% de los 45 millones de habitantes del Estado (frente al medio millón de mediados de los 90), ha repercutido también en la natalidad, ya que un cuarto de los nacimientos corresponde a familias inmigrantes, aunque la tasa de natalidad está aún lejos de garantizar el relevo generacional.
Este baja tasa se debe, según el economista Josep Oliver, a la ausencia de una política de natalidad tras la llamada transición democrática. Estima increíble que en los años 80 y 90 se animara a tener hijos mientras la tasa de desempleo juvenil batía marcas. Sin embargo, a principios de esta década, el Estado español descubrió que carecía de mano de obra para responder al rápido despegue económico y, en 2005, el Gobierno activó una «política migratoria adecuada» y regularizó a 580.000 extranjeros, que aportan 8.000 millones de euros a la seguridad social, el equivalente a su excedente anual.
Ahora, son una carga leve para el sistema social, pero no sucederá así cuando lleguen a la edad de jubilación, al mismo tiempo que los nacidos durante el «boom» de la natalidad de los años 60 y 70 en el Estado español. Sin embargo, sin ellos no se podría haber hecho frente a la demanda del mercado en el sector de servicios de atención a personas mayores y niños.
Estado frances busca cómo volver a hacer trabajar a los mayores
El Estado francés, donde el empleo en la franja de edad de entre 55 y 64 años es el más escaso del conjunto de la UE, pretende volver a poner en el mercado laboral a los «senior» y ampliar la edad jubilación para adaptarse, dicen las autoridades, al envejecimiento de la población.
EL Gobierno debe presentar la próxima semana un plan a los interlocutores sociales y se espera un proyecto de ley para después del verano, si logra un acuerdo con los sindicatos en torno a una cuestión muy sensible que ya originó grandes huelgas en 1995 y 2003. Lo que está en juego es el mantenimiento del sistema de jubilación que en el Estado francés se asienta más en la solidaridad y la distribución entre trabajadores activos y pensionistas, que en la capitalización.
Como la mayoría de sus socios europeos, París fomenta la prolongación del tiempo de cotización ante el aumento del número de pensionistas. En este sentido, se plantea reforzar los incentivos para contratar a mayores y aumentar las sanciones contra empresas recalcitrantes.
Con estas medidas, busca desactivar una bomba demográfica de efecto retardado. Ahora bien, el Estado francés forma parte del grupo de países de la UE que menos emplea a sus mayores, con sólo un 38,1% entre los 55 y 64 años en 2006, muy por debajo de la media europea, que se situó en el 43,5%, y lejos del objetivo del 50% fijado para 2050, según el Eurostat. Las tentativas de reforma de los últimos años para ampliar la edad de jubilación, no obstante, han fracasado.
Para los sindicatos es inaceptable que los años de cotización pasen de 40 a 41 años, tal y como el Ejecutivo quiere establecer para 2012, al menos mientras no sea más fácil encontrar empleo para las personas mayores.
Alemania «Diseño universal» para adaptar los objetos a los «seniors»
Un teléfono portátil que funciona sin menú, puertas más grandes en los coches, recipientes de cocina que se cierran herméticamente con un solo dedo: un número creciente de industriales pretenden crear productos adaptados a la vida diaria de los «seniors».
«Es un mercado destinado a desarrollarse enormemente en los próximos años, y las empresas tienen que comprenderlo si quieren seguir siendo competitivas», señala Thomas Baden, presidente de Universal desing e.V., un grupo de presión alemán que pretende pretende fomentar en Europa este concepto nacido en EEUU y muy en boga en Japón. «No hablamos de productos destinados específicamene a personas ancianas o dependientes, como las sillas de ruedas o los aparatos paramédicos, sino de objetos de la vida cotidiana, concebidos para ser utilizados por todas las generaciones», añade.
El Gobierno alemán ve en este ámbito un mercado futuro y acaba de lanzar un plan nacional de acción para ayudar a los industriales a establecerse en este sector «antes de que otros en el extranjero lo hagan». «Con una sociedad que envejece, Alemania tiene un gran potencial para convertirse en líder mundial de los productos adaptados a todas las generaciones», señaló la ministra de la Familia, Ursula von der Leyen.
Pero este sector es extenso. Junto con los hornos microondas o las secadoras de ensaladas de funcionamiento simplificado, el «diseño universal» puede aplicarse también al interior de las viviendas, con ascensores, sistemas de cierres de puertas adaptadas a sillas de ruedas, grandes interruptores, puertas amplias o duchas adaptadas.
Europa del este fin de la asistencia estatal y caída en picado de la natalidad
Necesitados de asegurarse la vida antes de fundar una familia y temerosos por un futuro incierto en un mar de pobreza, los europeos del este dudan a la hora de tener hijos, contrariamente a la época del llamado «socialismo real», en la que la natalidad era uno de los éxitos del sistema.
En 2006, en la mayor parte de los países postcomunistas, la tasa de fecundidad, a saber, el número hipotético de hijos por mujer en edad de procrear, no superaba el 1,3. Antes de la caída de erste bloque, estas tasas eran próximas o iguales a la tasa del 2,1 que se estima necesaria para estabilizar la población de un país, si exceptamos la migración.
El descenso de nacimientos actual tiene su origen en el tránsito brutal a la economía de mercado. «A comienzos de los años oventa, hubo un período económico muy duro, muchos despidos en un mundo que cambiaba rápidamente», explica Vlada Stankuniene, una de las más eminentes demógrafas de Lituania.
De golpe, los ciudadanos se las tuvieron que ingeniar en un sistema basado en el individualismo. Antes, la asistencia era la norma. «El Estado se ocupaba de todo, de los alquileres, del empleo, de la educación, de la salud...», reconoce este experta.
Instituciones como las guarderías infantiles fueron las primeras víctimas de la reducción drástica del papel del Estado. A modo de ejemplo, en la República Checa, su número decreció en un 94% en 15 años, según la Asociación de Mujeres Checas.
Poco a poco, el nuevo sistema cambió asimismo las mentalidades. «Tenemos nuevos valores, más individualismo, una necesidad de autorealización, de invertir en la carrera propia. Esto retarda la fundación de una familia y el nacimiento de hijos», añade.
En el momento de la caída del Bloque Oriental, la edad media del primer hijo para las mujeres era de alrededor de 23 años en Europa del Este. En Polonia llegaba a los 25,6 años el año pasado.
En los últimos años, los distintos gobiernos han comenzado a alarmarne y a lanzar programas de incitación para intentar repuntar la natalidad. Rumanía, Eslovaquia y Polonia ya tienen programas de ayuda económica por nacimiento.
Más original, el Gobierno búlgaro decidió la semana pasada dispensar del pago del crédito para estudios superiores a las parejas que tengan al menos dos hijos cinco años después del final de la universidad.
Medidas insuficientes en opinión de Sankuniene. «Lo que puede invertir la tendencia es crear empleos a tiempo parcial o en casa y desarrollar los servicios de guardería y escuelas infantiles hasta los cinco años». E implicar a los padres en la tarea de cuidar a sus hijos, como ocurre en Suecia o Finlandia, campeones de nacimientos en la UE.
Tercera edad cada vez más presente en las sociedades más avanzadas
Con 99 años de edad, Elli Heinrich colabora desde hace once con Oxfam clasificando durante varias mañanas por semana libros usados donados a la ONG. Esta anciana acaba de ser distinguida por su voluntariado por la Alcaldía de Berlín. «He sido condecorada porque soy un poco más vieja que los otros cooperantes», señala esta mujer, que forma parte del 30% de personas de la llamada tercera edad en Alemania que trabajan en el voluntariado.
Este creciente voluntariado tiene una consecuencia inesperada en la creciente participación en política de la tercera edad.
La mayor parte de los partidos políticos alemanes tienen una sucursal senior. En la del partido democristiano CDU. sus 57.000 miembros «son en su gran mayoría muy activos» en las campañas electorales, en la elaboración de programas políticos y en las conferencias públicas, explica su presidente, Otto Wulff, que concluye con una sentencia concluyente. «Sin este voluntariado, los partidos simplemente no podrían existir».
Los expertos aseguran además que el voluntariado tiene efectos positivos sobre la salud y el equilibrio sicológico de todos, incluidos los mayores. «El compromiso social ayuda también a los que lo ejercen. Se sienten útiles. Esto da alegria y las personas alegres viven con más salud». Y más tiempo.
En esta línea, el teatro de la tercera edad vive un momento explosivo en Alemania con la profusión de compañías con nombres tan sugestivos como «Matusalenes», «Células Grises» o «Vendimia Tardía».
El teatro «puede ser una manera de seguir siendo joven. A mi me ha enseñado a entender las cosas de la vida», confiesa Anita Aho, 71 años y otrora secretaria de dirección de un hospital. A día de hoy está totalmente inmersa en el cabaret con su compañía de Ettlingen (suroeste). Sus compañeros de escenario tienen entre 64 y 82 años.