Las diferentes migraciones de Euskal Herria, frente a frente
Las migraciones de la década de los años 60 y la actual son los hilos conductores del documental «Llegar a Euskal Herria-Euskal Herria helmuga». La directora del trabajo, Patrizia Muñoz, ha querido definir las diferencias y similitudes que existen entre dos épocas de un mismo fenónemo.
Oihane LARRETXEA
Unas imágenes del documental «Bilbao olvidado» sobre la inmigración que acogió Euskal Herria en los años 60, que llegaron a manos de Patricia Muñoz, despertaron el interés de la directora por hacer una comparación entre aquella década y la actual. Dos épocas, separadas por 40 años, que guardan diferencias pero también similitudes.
Para la realización del documental ha contado con dos colaboraciones «imprescindibles» según la autora. Por un lado, el portugalujo Periko Solabarria, trabajador, sindi- calista y ex diputado que ha echado la vista atrás para hablar de las migraciones que tuvieron lugar en Euskal Herria en los 60. Y en contrapunto, la mirada actual de Luz Amparo Pimiento, refugiada política colombiana y trabajadora por los derechos humanos.
A la hora de hablar de migraciones, Solabarria destaca la importancia de distinguir dos movimientos diferentes, ajustándose cada uno a la época: «Por un lado está la migración interna, aquella que se produjo en los años 60, cuando trabajadores procedentes del Estado español vinieron a las fábricas de Euskal Herria. Llegaban de Extremadura, Andalucia, Castilla... Hoy en día, en cambio, la migración es externa, es decir, que las personas provienen de otros continentes como América Latina o África».
La pobreza estructural
En cuanto al motivo por el que un migrante abandona su casa, los dos entrevistados coinciden en que es «la necesidad de empleo y de desarrollo de las capacidades». Solabarria afirma que en aquellos años en los que había tanto trabajo, los migrados cambiaban continuamente de destino, ya que iban «allá donde hubiera trabajo». Pero Pimiento matiza y hace mención de una causa cada vez más generalizada: la pobreza estructural. «El alto grado de impunidad con la que actúan los gobiernos y el cercenamiento de nuestros recursos naturales provoca que vivamos en la pobreza extrema y tengamos que huir de nuestro país».
«¿Cuanta gente de América Latina viene a Euskal Herria a estudiar con un intercambio científico?», se pregunta Pimiento como prueba de lo anterior. «Ninguna», responde ella misma. «La gran mayoría venimos a trabajar», concluye.
Los tipos de labores que desempeñan los migrados también han cambiado con el tiempo, ya que la demanda de cada época es diferente. Mientras hace 50 años era en las fábricas y la industria pesada donde se congregaba el mayor número de extranjeros, hoy en día es en el sector de los servicios.
Y en esta diferenciación resulta vital mencionar el papel de la mujer. «En aquellos años -cuenta Solabarria- venían los hombres, y poco a poco traían a su esposa y a los hijos». Hoy, en cambio, llegan tanto hombres como mujeres, y además ellas desempeñan múltiples tareas, sobre todo relativas al sector doméstico. «Las mujeres migradas trabajan donde la población nacional no quiere trabajar: cuidado de niños, personas mayores o enfermas... y en lo que la parte que los mandatarios intentan ocultar, como la prostitución», cuenta Pimiento. «Los hombres, en cambio, se dedican en su mayoría a la construcción y labores más duras, aunque ahora con la crisis no haya tanto empleo», prosigue.
Integrar e integrarse
El modo de pensar y de asimilar las cosas cambia constantemente con el paso del tiempo, y con la ida y venida de personas originarias de otros lugares ocurre lo mismo. La integración es clave a la hora de sentirse bien en el «nuevo destino», pues hará que el cambio sea más llevadero. Haciendo referencia a su experiencia personal con los compañeros de trabajo, Solabarria es contundente: «Para mí los migrados eran uno más: no había diferenciación entre nosotros, por encima de todo éramos compañeros». Cuenta a su vez que aún hoy mantiene relación con alguno de ellos, puesto que muchos se afincaron en Bilbo y los considera amigos de toda la vida.
Pimiento apunta a la importancia de aprender euskera para una «mejor adaptación de uno mismo y mayor adaptación de los demás». Pero no sólo eso, sino también asimilar la llegada a un país diferente, y en consecuencia a un conjunto de costumbres y creencias. «El intercambio de culturas y la mutua aceptación de las tradiciones es básica a la hora de la integración, y resulta importante también orientar al migrado cuando llega a Euskal Herria: informarle del lugar, de sus circunstancias y de sus características», opina Pimiento.
A pesar de no ser una actitud general, ambos mencionan los repuntes de xeonofobia y sexismo que se ven reflejados en estudios e informes recientes, sobre todo en las generaciones jóvenes. «Hay mucha estigmatización hacia los migrados y migradas -añade Pimiento-. Muchas veces se habla de ello como un colectivo conflictivo, y sin querer relacionamos las dos palabras».
Para evitar este tipo de falsos mitos, tanto Solabarria como Pimiento y otros participantes inciden en la necesidad de mirar las circunstancias desde la «otredad», es decir, meternos en la piel de la otra persona, en sus alegrías y en sus lágrimas. Y hacerlo desde el respeto y no de la caridad. Recuerdan que las migraciones son históricas, y que las personas «vamos de un lugar a otro porque, además, hay sitio para todos».