La legislatura presidencial francesa está establecida en siete años, por lo que Nicolas Sarkozy, que asumió el cargo tras vencer en las elecciones de mayo de 2007 a Ségolène Royal, todavía tiene por delante cuatro largos años para intentar enderezar la nave de la derecha, ahora agrupada bajo las siglas UMP. El mandato de Sarkozy podría ser más corto, pero para eso la pluralidad de grupos de izquierda que dividen el voto progresista en el Estado francés tendría que comenzar a diseñar una estrategia diferente y eficaz. El modelo de los comicios regionales, con dos vueltas y la posibilidad de formar coaliciones entre la primera y la segunda, también es el que rige en las elecciones legislativas, que, si no media la disolución anticipada de la Asamblea Nacional por parte del presidente, deberá renovarse dentro de dos años.

Después de los tres años de declive electoral, ideológico e, incluso, sicológico, el triunfo que la izquierda cosechó ayer tiene un valor mucho mayor que el que ofrecen los datos analizados fríamente. Con una baja participación, las listas de izquierda apenas superan el 50% de apoyo electoral, mientras que la UMP no consigue atraer el voto ultra del Frente Nacional. Y son pocos los consejos regionales que cambian de color, porque ya estaban en manos de la izquierda.

No obstante, la UMP tomó nota de su derrota, aunque el primer ministro, François Fillon, quiso restarle importancia aludiendo al negativo efecto que la crisis económica global habría tenido para sus intereses. Para conocer si la izquierda ha aprendido alguna lección de gran alcance, habrá que esperar para ver si se repiten esos encuentros a varias bandas -socialistas, ecologistas, comunistas...- que durante la pasada semana sorprendieron a propios y extraños.

Mientras, en Ipar Euskal Herria, las fuerzas abertzales tienen por fin un escenario despejado electoralmente para poder diseñar esa estrategia a largo plazo que pueda servir para que experiencias como la que ha desarrollado Batera se conviertan en seña de identidad. Como sucede con la izquierda francesa, la pluralidad abertzale es más efectiva cuando confluye.