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CRíTICA cine

«Pa Negre»

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Koldo LANDALUZE

Ocho años después de aquel sobrecogedor ejercicio cinematográfico titulado “Aro Tolbukhin: en la mente del asesino”, Agustí Villaronga confirma que es un autor dotado de un estilo muy personal y apropiado para proyectos como este filme que, para sorpresa de muchos, no tuvo su oportuno premio en la última edición del Zinemaldia. Siguiendo las pautas dictadas por la novela “Roda de Ter”, de Emili Teixidor, Villaronga campa a sus anchas en una escenografía degradada emocional y físicamente. Lo que en manos de otro cineasta hubiera sido una rutinaria crónica negra de postguerra, para el autor de “El mar” se transforma en un teatro de guiñol fúnebre en el que los personajes forman parte de un extraño puzzle-juego donde las piezas van encajando lenta y dolorosamente.

A través de la mirada de un niño cuya familia, de ideas comunistas, ha padecido el asedio humillante de los vencedores, asistimos a las consecuencias de un modelo de vida sacudido por los ajustes de cuentas y aquéllas que quedan por saldar. No hay excesivo espacio para la luminosidad en este filme duro, emocionalmente complejo y valiente en sus intenciones porque es lo que conlleva cuando alguien se siente atrapado en un callejón sin salida o la mecha del polvorín ya prendió. Resulta casi imposible no sentir la angustia y la crudeza que emana de las miradas de los niños que habitan en este teatro de los horrores rural, porque en ellas se simboliza el más terrible de los adioses que la infancia pueda deparar. Algunos han calificado este filme como una especie de cruce entre “La lengua de las mariposas” y “El laberinto del fauno” pero, personalmente, creo que sería injusto para Villaronga no otorgarle ese espacio intermedio que hay entre ambos filmes. En ese espacio único, la película goza de la suficiente personalidad como para hacerse un hueco por derecho propio y figurar como un excelente trabajo cuyo visionado no puede dejar indiferente a nadie y desde el mismo instante en que se alza el telón y el espectador siente la primera sacudida con su apabullante comienzo.

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