Raimundo Fitero
Erandio
Con qué frecuencia aparece la población bizkaitarra de Erandio en los informativos o en las agendas culturales o deportivas? De repente, hasta en los noticiarios estatales aparece su nombre, junto al de una escuela en la que se ha descubierto un supuesto caso de abusos sexuales. La entrada principal de este colegio se ha incorporado en muy pocas horas al museo intangible del horror. Es una estigmatización acusada, acelerada, obscena, incontrolable y excesiva. La importancia del suceso, no debe implicar, en ningún caso, la pérdida de la compostura informativa y la protección del buen nombre no solamente de las personas, sino que también de las instituciones, en este caso con el tristemente famoso colegio, y una localidad, Erandio.
No se trata de ocultar nada. Sucedió, si sucedió, en esa localidad y en ese colegio, pero no era necesario apoyar la noticia con tantas imágenes de recurso, tantos vecinos circulando por esa entrada, incluso el trasiego de familiares y niños por su puerta, ni era necesario enfatizar hasta la extenuación con lo de que era en Erandio. Ese detalle es anecdótico, lo realmente preocupante es la supuesta actitud de un enseñante, con niños de muy corta edad y, además, con algún problema de comportamiento. Es decir, la supuesta aberración cometida por un profesor al que, de acuerdo con la lógica, se le protege prudencialmente y no se conoce su nombre.
El relato que nos cuentan es que hubieron denuncias, sospechas, se montó un operativo policial con cámaras ocultas y el primer día de curso, ¡zas!, se producen de nuevo los supuestos abusos. De ahí en adelante ya se convierte en un circo mediático, en un espectáculo. Erandio y su colegio abren noticiarios. Y detrás de toda la gestualidad y el ruido, ni una palabra de conmiseración con los afectados, ni un toque de llamada a la prudencia de las autoridades competentes para explicar que lo normal es que no se produzcan estos casos que realmente rasgan las tripas y destruyen el equilibrio de tantos padres, familiares y amigos. Lo que denunciamos, es que, mirado desde este lado de la pantalla, su tratamiento ha sido una manera muy fea de crear excesiva alarma social.