Maite Ubiria Periodista
Con el puño en alto, desafiando al cielo
La Audiencia Nacional ha convertido en delito un saludo. El puño en alto sirve para argumentar la condena al joven navarro Mikel Jimenez.
Allá por setiembre de 2009 la presidenta de la Comunidad de Madrid montó una bronca fenomenal al PSOE por exhibir en un mitin a sus principales estrellas puño en alto. Aguirre recriminó a Zapatero «ese gesto amenazante propio de ideologías totalitarias». A la compañera de partido de Fraga le respondió Ferraz: «el puño en alto es una seña de identidad histórica».
Lo que para los herederos de Pablo Iglesias es historia para muchos más es presente de rebeldía. O, simplemente, muestra de emoción desbordante.
Con el puño en alto saludó el presidente boliviano Evo Morales a los brigadistas vascos y con el puño en alto anuncia ETA su vocación de acompañar la lucha política pacífica emprendida por un país que, según «Time», pisará podium en esa carrera de fondo hacia la libertad que disputan las naciones sin estado.
«Nazio bat ibiltaria naukazu/ Ixten dut eskua/Ukabila altxatuz», clama Fermin Muguruza, llamando a aunar esfuerzos para culminar el sueño que trataron de abrasar con fuego en Gernika los de la mano extendida. Y apremia Betagarri: «Ukabilak altxatuz/ Itxaropena piztuz/ Dagokiguna eskura dezagun».
Por lo demás, la «musa merengue» ha ovacionado con frenesí a gentes con sus puños en alto: pero se llamaban Beckham y Ronaldo y jugaban en el Bernabéu. A cada cual sus colores. Yo recuerdo con emoción juvenil el puño en alto que desgarrando el cielo lanzaba Satrus en Atocha después de cada gol.
Para la historia queda ese puño enfundado en guante negro con que los atletas Smith y Carlos denunciaron la injusticia racial en la Olimpiada de México.
Para la crónica de la dignidad el puño en alto de de las mujeres presas en Saturraran, el de Mandela, el que pronto alzará Gatza. A todos responden puño en alto cuantos han caído en luchas justas y quienes hoy pelean por que éstas fructifiquen. También puño en alto dispersó semillas de paz Otegi en Anoeta.
La resaca del comunicado nos dejó claro a quiénes y por qué no gustan ni los gestos, ni el lenguaje ¡ni el sonido de la txalaparta! Hoy sabemos que soberanistas y gentes de izquierda no unen sus fuerzas para convertirse en su mascota preferida, sino para que respeten a este pueblo.