Gernika y Bruselas indican el camino, y la movilización de Bilbo marca la clave del futuro
Dos acontecimientos de los que hacen futuro se sucedían hace ahora justo una semana. Aunque su eco se apagara rápidamente por el impacto informativo de la declaración de ETA del lunes, es justo empezar recalcando que el sábado en Bilbo se produjo todo un notición: 64.000 manifestantes contra la política carcelaria. Si tras casi un cuarto de siglo de dispersión y sus sucesivas vueltas de tuerca resultaba evidente que el Colectivo de Presos Políticos Vascos no ha sido doblegado, el llenazo producido entre la calle Autonomía y el Ayuntamiento de Bilbo añade otra constatación: tampoco la sociedad vasca se ha acostumbrado a las agresiones que se producen al otro lado de los muros, ni se ha cansado de denunciarlas. Al contrario, la reivindicación cobra más fuerza de la que había mostrado en más de una década, en concreto desde la imponente manifestación de enero de 1999 en esas mismas calles.
A los miles y miles de ciudadanos vascos que siempre se han mostrado activos en la solidaridad con los presos se sumaron esta vez otros tantos que son muy conscientes de que poner en vías de solución la cuestión penitenciaria resulta vital para concretar un nuevo escenario, para humanizar y airear este país, para empezar a normalizarlo y reconciliarlo. Una perspectiva que se fortalecía tremendamente apenas 43 horas después con la declaración de ETA de un alto el fuego permanente, general, abierto a la verificación internacional y con vocación de convertirse en definitivo si la oportunidad es aprovechada como merece.
Más bien el final del principio
Pasada casi una semana desde la esperada comunicación de ETA, se pueden hacer ya valoraciones más reposadas que las que cabían bajo el efecto de la ducha escocesa del pasado lunes. Y es que en apenas dos horas, una gran parte de la sociedad vasca pasó de notar la aceleración del latido de la esperanza a ver sus expectativas empapadas por el cubo de agua fría lanzado desde el Ministerio de Interior por Alfredo Pérez Rubalcaba, y por las salpicaduras añadidas de quienes le hacen el coro, también en Euskal Herria.
El «hachazo» gubernamental al anuncio de ETA no dejaba de ser la aplicación de un principio habitual en política, que consiste en negar el pan y la sal de entrada a cualquier propuesta de la otra parte en conflicto, por muy constructiva que ésta sea. Ejecutado el manual, durante la semana ya han ido aflorando otros discursos más realistas y ponderados desde las mismas filas del PSOE, siempre dentro del estrechísimo margen de maniobra que se concede a sí mismo y que le otorga la ultraderecha española en esta materia.
La polvareda levantada por la declaración todavía tendrá que tocar tierra, y esos sedimentos ofrecerán un nuevo suelo para construir otro futuro diferente. Pero los testimonios recogidos esta semana por GARA entre la sociedad vasca son elocuentes y clarificadores sobre el alcance de la expectativa existente, que tras los anteriores procesos frustrados tiene un plus: se alimenta más de realismo, seriedad y experiencia que de ilusiones y optimismos exarcebados. Es una expectativa con cabeza, no sólo con corazón.
En este nuevo contexto resultan estériles debates como el aparecido en torno a si la decisión de ETA es un principio del fin o un final del fin... En todo caso, el escenario creado sería el final del principio: la conclusión de un ciclo histórico marcado por el enfrentamiento armado y el sufrimiento multilateral para dar paso a otro en el que las diferencias políticas se diriman en el terreno de la democracia completa y bajo el respeto escrupuloso a la libre voluntad de la ciudadanía vasca. Nada más, pero tampoco nada menos.
Dos luces y un impulso
Desde el mediodía del lunes, esta opción es más real que nunca. La decisión de ETA supone la aceptación de un camino iluminado por dos señales: la emitida desde Euskal Herria (Acuerdo de Gernika) y el foco de apoyo puesto desde el ámbito internacional (Declaración de Bruselas), básico para facilitar la solución y también para mostrar que el mundo no es ajeno a este pequeño país ni a su conflicto. Que dos medios como ``The Guardian'' y ``Time'' acaben de incluir a Euskal Herria entre los principales candidatos a convertirse en estados independientes es un dato más que contrarresta propagandas oficiales y pesimismos inducidos. A quienes desde PSOE, PP o PNV intentan vender la evolución de la izquierda abertzale en clave de derrota cabría preguntarles en qué puesto de esos ránkings estaba Euskal Herria hace unas décadas. Es obvio que en ninguno.
Todo está por hacer, pero el camino aparece sembrado y son muchos los que han echado a andar. Otros muchos siguen remisos a acercarse siquiera a la línea de salida. Sólo el impulso de la sociedad vasca -con corazón, pero también con cabeza- superará esas resistencias. Gernika y Bruselas son la vía, más expedita desde el lunes, pero la ruta, la dirección, la clave, es la marcada por los 64.000 manifestantes de Bilbo dos días antes.