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Japón busca soluciones nuevas para minimizar la crisis nuclear

Mientras las autoridades japonesas analizan todas las posibilidades para minimizar la crisis nuclear provocada por el accidente en Fukushima I, sellando de alguna forma las fugas y evacuando el agua contaminada, las constantes filtraciones radiactivas provocaron tal aumento de la radiación en el mar que rodea la central nuclear que obligaron a paralizar las tareas de estabilización de la planta.

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GARA | TOKIO

Japón estudiaba ayer todas las opciones para reducir las emisiones radiactivas y evacuar toneladas de agua contaminada de la central nuclear de Fukushima, tales como cubrir los reactores con una lona especial o utilizar los depósitos de un barco cisterna.

Tokyo Electric Power (Tepco), operadora de la planta, aceptó la ayuda del grupo nuclear francés Areva, cuya presidenta, Anne Lauvergeon, llegó ayer a Tokio acompañada de expertos, con el objetivo de ayudar a los equipos nipones, sobre todo a tratar las aguas contaminadas.

El Ministerio de Energía de EEUU también ha puesto a disposición de Japón robots que resisten a las radiaciones, capaces de reunir información sobre los reactores en lugares donde la radiactividad es demasiado alta.

El presidente honorario de Tepco, Tsunehisa Katsumata, juzgó además inevitable el desmantelamiento de los reactores 1 a 4 de la central de Fukushima I, construida hace más de 40 años en la costa del Pacífico.

Fukushima I no fue concebida para resistir al tsunami con olas de 14 metros de altura que devastó sus instalaciones el 11 de marzo, después del seísmo más potente registrado en la historia de Japón. Una doble catástrofe que ha dejado unos 28.000 muertos y desaparecidos, según el último balance oficial.

El desastre natural provocó la interrupción brutal de la alimentación eléctrica de los circuitos de enfriamiento de los seis reactores. El combustible nuclear, privado de agua para su refrigeración, comenzó a calentarse y a fundirse, provocando una serie de explosiones e importantes fugas radiactivas.

Según responsables en energía nuclear del Departamento de Energía de EEUU, ese proceso infernal, que podría desembocar en un grave accidente nuclear, parece estar siendo controlado lentamente por el momento.

Miles de toneladas de agua de mar, reemplazada recientemente por agua dulce debido a los efectos corrosivos de la sal, están siendo lanzadas día y noche sobre los reactores para enfriarlos y detener la fusión.

Pero esta enorme cantidad de agua contaminada por la radiación se ha filtrado a las salas de máquinas y a las galerías subterráneas, llegando al Pacífico.

Los técnicos que llevan casi veinte días luchando contra las consecuencias de esta catástrofe enfrentan un círculo vicioso: enfriar los reactores es crucial, pero cuanta más agua utilizan, más aumentan las capas radiactivas. Y cuanto menos agua inyectan, más aumenta la temperatura en los reactores.

Paralización de los trabajos

Las constantes filtraciones han provocado un nuevo aumento de la radiación en el mar que rodea Fukushima I que obligó ayer a paralizar los trabajos en la planta y que ha puesto de manifiesto las dificultades de Tepco para poner fin a las fugas de material radiactivo. Las aguas al sur de la central registraron ayer un nivel de yodo radiactivo hasta 2.255 veces superior al límite legal, lo que elevó las dudas sobre la capacidad de los ingenieros para evitar escapes tóxicos, informó Efe.

La alta concentración de radiactividad en el mar y los edificios de turbinas evidencia una fuga continuada desde el peligroso núcleo de los reactores, aunque se desconoce su origen. El encharcamiento con agua extremadamente radiactiva en los cuatro primeros reactores obligó a parar también las operaciones para activar definitivamente los sistemas de refrigeración.

La Agencia de Seguridad Nuclear japonesa señaló ayer que ha llegado el momento de buscar soluciones nuevas. «Estamos enfrentando una situación sin precedentes y debemos reflexionar sobre estrategias diferentes, más allá de lo que hacemos habitualmente», declaró un responsable a France Presse.

El diario «Asahi Shimbun» indicó que entre las opciones estudiadas, Tepco podría utilizar un barco-cisterna atracado frente a la central nuclear para evacuar el líquido altamente radiactivo, lo que permitiría que los obreros trabajasen nuevamente. Se refierió también a la posibilidad de cubrir los edificios dañados de tres de los seis reactores con una tela fabricada con un material especial que podría limitar las emisiones de vapores radiactivos.

Al ser interrogado sobre estas opciones, el portavoz gubernamental, Yukio Edano, respondió que el Gobierno y los expertos nucleares estaban examinando «todas las soluciones, incluyendo las mencionadas en la prensa».

El Gobierno apuesta por desmantelar o aislar completamente la central y contempla rociar con resina algunos puntos de la planta para sellar las vías por las que se filtra el material radiactivo al exterior.

El descubrimiento de plutonio en cinco muestras de tierra extraídas de la central y la acumulación de yodo radiactivo y de cesio en el agua de mar hacen te- mer una grave contaminación del medio ambiente y de la cadena alimentaria.

Desmantelamiento

El futuro de Fukushima I parece incierto, ya que Gobierno y Tepco discrepan sobre su desmantelamiento. La eléctrica dice que será inevitable desechar definitivamente los reactores 1, 2, 3 y 4, severamente dañados, aunque evita referirse a las unidades 5 y 6. El Ejecutivo aboga por desmantelar todos.

evacuación

La AIEA, que ayer anunció una cumbre ministerial sobre seguridad nuclear del 20 al 24 de junio en Viena, se mostró partidaria de que la zona de evacuación en torno a la central dañada se extienda al pueblo de Iitate, a 40 kilómetros de la planta y donde se han detectado altos niveles de radiactividad.

El Gobierno nipón ordena controlar todos los reactores atómicos

El Gobierno de Tokio, que insiste en que Japón difícilmente podrá arreglárselas sin electricidad de origen nuclear, ha ordenado controlar inmediatamente todos sus reactores atómicos para evitar problemas como los de Fukushima I.

El ministro de Industria, Banri Kaieda, envió una carta en este sentido a los directores generales de las nueve compañías regionales de electricidad del país, así como a otras dos empresas que administran centrales nucleares.

Japón tiene más de 50 reactores, todos ellos al borde del mar, en un archipiélago cuya superficie total está amenazada por los terremotos.

Tras estudiar las lagunas que condujeron a esta catástrofe, Kaieda ha exigido que todos los reactores en actividad sean controlados rápidamente y se tomen disposiciones para reducir los riegos de que se reproduzcan estos accidentes. Las plantas actualmente paradas o en construcción no podrán ser explotadas sin haber sido controladas, se deberán entrenar equipos destinados a enfrentar situaciones de emergencia y deberán adoptarse medidas para proteger las fuentes de alimentación eléctrica de socorro, así como una forma de enfriar los combustibles.

Mientras se toman estas disposiciones, crece la preocupación en torno a la central de Onagawa, a 120 kilómetros de Fukushima y dañada también el 11 de marzo, cuyos vecinos estudian la posibilidad de abandonar la zona para siempre. Esta planta dejó de funcionar tras ser azotada por el tsunami pero sus responsables dicen que sus tres reactores no son peligrosos, que la temperatura del combustible está bajo control y que el nivel de radiación es «relativamente bajo», lo que no calma a los residentes, que temen «otro Fukushima». GARA

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