Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico
La rebelión de las «dobles»
Es cosa bien sabida que en la industria del cine, entre los asalariados, sólo ganan cantidades importantes los intérpretes del renombre; así que las protestas que puedan surgir por parte de otros miembros de los equipos técnicos y artísticos de rodaje siempre tienen un trasfondo económico.
Quienes más sufren la marginación profesional son los «dobles de cuerpo», debido al anonimato de su ignorada actividad. Ha de ser muy frustrante ver que toda la fama se la lleva la estrella de la película, y que a quien aplauden es al actor o la actriz de turno, aunque en determinadas escenas no sea su físico el que es mostrado en pantalla. Esas manos, esos pies, ese cabello, ese culo pueden pertenecer a otras personas que el espectador nunca conocerá.
Quien trabaja de «doble» ha de tragarse su orgullo herido y callar por exigencias del mal pagado contrato de confidencialidad. Las «dobles» de Natalie Portman se han rebelado rompiendo el obligado silencio. La primera en hacerlo fue la bailarina Sarah Lane, la cual llegó a afirmar que había rodado todas las escenas de baile de «Cisne negro», reclamando la parte del Óscar ganado por la actriz, que, según ella, le pertenecía en justicia.
El tirón lo aprovechó acto seguido la irlandesa Caroline Davis, una estudiante de cine que dobló a Natalie Portman en la parodia medieval «Caballeros, princesas y otras bestias», en la secuencia donde la actriz se introduce en un lago de aguas heladas. Ella se queja de que por la sesión cobró 250 míseras libras, sin que nadie tuviera en cuenta el riesgo que corrió de pillar un resfriado o una neumonía.