José Luis Herrero y Antton Azkargorta Profesores despedidos de la UPV
Profesor Gandarias: universitario y amigo
Estaba a punto de publicar un nuevo trabajo. Más de una vez Juan Manuel nos confesó que morir significaba precisamente prescindir de su actividad académica y universitaria
Ha fallecido recientemente el catedrático de la Facultad de Medicina de la UPV Juan Manuel Gandarias, uno de los pioneros en la creación de esta universidad y también uno de sus más destacados protagonistas en la historia de su desarrollo. No nos corresponde a nosotros hacer un glosario de sus méritos como gestor universitario, investigador, docente o académico ni una valoración de su trayectoria profesional o institucional. Todo eso es tarea de las personas que le conocieron y trabajaron con él y la de sus compañeros y amigos con los que compartió experiencias diversas. Nos gustaría, eso sí, que la universidad le rindiera el homenaje que creemos se merece por sus cualidades como universitario y por su condición de persona singular.
Hemos mantenido relaciones con él desde hace casi treinta años y podemos decir que Juan Manuel ha sido uno de los pocos profesores universitarios de reconocida relevancia académica oficial que, además de comprender nuestra lucha por un profesorado propio, nos ha apoyado y ayudado en todo lo que estaba a su alcance. Muchas veces en contra de la corriente de opinión dominante y corriendo indudables riesgos por sostener una postura incómoda para los dirigentes universitarios. Este comportamiento, un tanto atípico en el espacio universitario, estaba motivado por la sensibilidad especial que Juan Manuel poseía ante la manifestación de cualquier tipo de suceso que considerase injusto, principalmente cuando afectaba a personas que él interpretaba no habían recibido un trato adecuado. Ese latido especial ante los actos considerados por el fallecido como injustos constituía un rasgo estructural de su carácter y nosotros lo hemos podido comprobar a lo largo de las numerosas ocasiones en que problemas de índole parecida salían a relucir.
Juan Manuel pertenecía a una casta de universitarios que parece destinada a desaparecer. De talante abierto, con gran sentido de la responsabilidad social demandada por los cargos que ocupaba y una visión clara de las necesidades futuras de la UPV, abordaba las cuestiones con espíritu conciliador, dispuesto siempre a escuchar a su interlocutor, razonar su posición y llegar a culminar acuerdos y compromisos. Con honestidad intelectual, dedicación plena, amplios conocimientos culturales y profesionales y una vocación intelectual y universitaria que echamos de menos en la universidad actual. Sin sectarismos, intentando calificar a las personas por sus hechos y valores propios y no por su ideología, posición política, titulación o estatus adquirido oficialmente. Persona nada dogmática, se mostraba siempre receptor a cualquier nueva aportación en el campo de las ciencias de la salud y no se cerraba nunca a conocimientos y avances en el terreno de las llamadas medicinas alternativas o complementarias, al contrario de muchos de sus colegas, nada condescendientes con enfoques no convencionales.
Pero había un aspecto que en Juan Manuel resaltaba y confería una dimensión ética a su personalidad: su inquietud humanista. El factor humano era esencial para él a la hora de encarar los problemas técnicos, sociales o políticos que un universitario se encuentra en el desarrollo de sus actividades. Este enfoque humanista era extensivo a aquel equipo directivo encabezado por Ramón Martín Mateo, clave en el nacimiento de la UPV, que en la situación muy difícil de la llamada transición supo resolver de forma eficaz para los tiempos que corrían los innumerables problemas que planteaba la puesta en marcha de un proyecto universitario público.
Dos días antes de su muerte estuvimos hablando con él. Nos confesó que sentía una pena profunda por no haber podido desenvolverse en euskara, hecho del que se quejaba mucho en los últimos años. Le sugerimos que sería muy útil para la universidad que escribiera un libro sobre la UPV, a partir precisamente de su experiencia histórica y vital. Nos contestó que veía eso muy difícil por su edad y que, además, se encontraba en condiciones de jubilado. Pero Juan Manuel no se jubiló nunca, ya que mantuvo hasta el ultimo día de su vida una intensa actividad investigadora y divulgadora, con ese entusiasmo característico de las personas vocacionales. Su gran amigo, compañero de trayectoria profesional y colaborador Euclides Sabino nos informó de que murió «con las botas puestas», pues estaba a punto de publicar un nuevo trabajo. Más de una vez Juan Manuel nos confesó que morir significaba precisamente prescindir de su actividad académica y universitaria.
Nosotros siempre le recordaremos con gratitud por el cariño, la amistad y la aportación intelectual que nos proporcionó.