CRISTOBAL BALENCIAGA MUSEOAREN IREKIERA
Alta costura entre modistillos de mercadeo
El presupuesto inicial del Museo era de 6 millones de euros, una partida de dinero público que se amplió hasta los 20 millones y que ahora, antes de su inauguración, ha quedado elevada hasta los 30 millones.
Ariane KAMIO Periodista
Diez años se han necesitado para que el Museo Balenciaga sea una realidad. Una década en la que las irregularidades y el elevado coste económico han ensombrecido por momentos el proyecto que rinde homenaje a uno de los modistos más internacionales de Euskal Herria.
No cabe duda de que el Museo Balenciaga es un proyecto ambicioso, tanto que todavía arrastra el lastre dejado por el ex alcalde de la localidad, Mariano Camio (PNV), al frente de los organismos encargados de gestionarlo, aunque los dirigentes actuales se dediquen a poner petachos y a hilvanar costuras para que los desajustes de esta prenda tan preciada queden lo más disimulados posible.
Modistillos que, por encima de la crisis que azota el panorama económico actual, no escatiman en gastos en cuanto a iniciativas de tal envergadura se refiere. El presupuesto inicial del Museo era de seis millones de euros, una partida de dinero público que se amplió hasta los veinte millones y que ahora, antes de su inauguración, ha ascendido inesperadamente hasta los treinta.
Parece que la tela que se emplea en el proyecto es elástica, de la que tan de moda está en los mercadillos locales. Ésa que hace posible encajar las caderas en unos pantalones dos tallas inferiores al uso habitual. El peligro reside en los movimientos bruscos, en aquellos que revientan las vestiduras si uno se agacha demasiado. Y de esos descuidos han salido a la luz los regalitos de Camio y los favores al arquitecto cubano Julián Argilagos.
Lo que está claro es que el traje de Balenciaga le ha quedado grande a más de uno y que, cogiendo dobladillos por un lado, y cerrando el puño por otro, se ha conseguido erigir un edificio de última generación junto al clásico palacio Aldamar de Getaria. Eso es la moda: modernidad y tradición fusionadas bajo un mismo patrón.
La calidad de las obras de Balenciaga resulta indiscutible, aunque habrá que ver si la luminosidad que desprenden por sí solas es capaz de embriagar a los ciudadanos de a pie, y el Museo no se convierte en un maniquí de exposición que pasa desapercibido entre los viandantes. Tela marinera.