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«El árbol» simboliza las raíces que nos unen a la tierra en el tiempo

Julie Bertuccelli confirma las infinitas posibilidades del cine contemplativo al hacer una película sobre un árbol. La cineasta francesa fue estudiando el tema hasta dar con la novela de la australiana Judy Pascoe, en la que una niña siente la presencia paterna en el murmullo de las hojas.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Julie Bertuccelli se ha tomado su tiempo para dirigir un segundo largometraje, después de que hace ocho años debutara con «Depuis qu'Otar est partí...», ganadora del César a la Mejor Ópera Prima y del Gran Premio de la Semana de la Crítica en el Festival de Cannes. Un largo paréntesis de reflexión en el que trató de adaptar la novela de Italo Calvino «El barón rampante», en la que los árboles están omnipresentes. Finalmente, no pudo hacerse con los derechos, por lo que siguió buscando algún otro texto donde, igualmente, el árbol tuviera protagonismo. Fue a encontrarlo en Australia, gracias a Judy Pascoe, autora de «Our father who art in the tree». Los derechos del libro, en este caso, pertenecían a la productora australiana Sue Taylor quien, viendo la pasión que Julie Bertuccelli sentía por lo arbóreo, no tuvo problema en llegar a un acuerdo de coproducción con la cineasta francesa.

Por la parte anglosajona ya había una guionista que era Elizabeth J. Mars, pero Julie Bertuccelli rescribió la historia desde la óptica más personal e íntima. Durante ese proceso perdió a su marido, el director de fotografía Christophe Pollock, lo que le hizo implicarse todavía más en la adaptación. A consecuencia de ello, en la película varía el punto de vista narrativo, que en la novela es el de la niña, mientras que en la versión cinematográfica acaba siendo el de la madre, sobre la cual recae el mayor peso del duelo que sigue a la pérdida del ser querido.

En la higuera

A la madre de «El árbol» se le viene el mundo encima cuando pierde a su marido y ha de sacar adelante a sus cuatro hijos en solitario. El shock es brutal, pero percibe que su hija pequeña no parece tan afectada como el resto de la familia, pues sigue sintiéndose vinculada al padre como si no hubiera fallecido. La niña cree que su padre le habla a través del murmullo de las hojas del gran árbol que crece junto a la casa. A través de esa forma elemental de animismo infantil, que como la religión del mismo nombre otorga a los elementos de la naturaleza una dimensión de divinidad, la madre no tardará en contagiarse de lo que viene a ser una espiritualidad incipiente.

No obstante, una mujer con cuatro hijos a su cargo ha de ser realista, por lo que no tarda en buscar una nueva pareja. Dicha posibilidad no es aceptada de buen grado por la pequeña Simone, en complicidad con el árbol sobre el cual proyecta la figura del padre ausente. En un estilo poético emparentado con el realismo mágico, el estado anímico de oposición es plasmado mediante la rebelión arbórea, con las ramas que penetran por las ventanas de la casa y las raíces que amenazan con destruir sus cimientos.

La fuerza telúrica de tales imágenes cobra plena significación en base a las localizaciones australianas en un territorio salvaje de Queensland. Allí, la verdadera estrella de la función es una higuera centenaria de 20 metros de altura y 34 metros en su parte más ancha, y que se cree que data de 1880. Para presidir la película tuvo que superar un casting tan o más duro que el que llevó a la elección de la actriz infantil Morgana Davies. De su importancia en la película habla el hecho de que la casa fue construida en el lugar donde la higuera estaba plantada, porque todo en el relato gira alrededor de ella.

Charlotte Gainsbourg no tuvo que pasar tantas pruebas para hacerse con el rol materno, aunque sí atravesó por algunas dudas. No estaba segura de que el público la viera como una madre de cuatro hijos, pese a que en la vida real ha sido madre de dos antes de cumplir los cuarenta. Es algo sicológico, porque en el imaginario popular puede más el recuerdo de la Gainsbourg con el perfil de Lolita lanzado provocativamente por su padre Serge Gainsbourg. Para creerse mejor este papel es preferible pensar en ella como en la hija de Jane Birkin, de la que ha heredado no pocas cualidades de actriz y cantante.

UNA MADRE SOLA

A la madre de «El árbol», Charlotte Gainsbourg, se le viene el mundo encima cuando pierde a su marido y ha de sacar adelante a sus cuatro hijos en solitario. La pequeña Simone cree que su padre le habla a través un gran árbol.

LA GRAN HIGUERA

Una de las estrellas del filme es una higuera centenaria de 20 metros de altura y 34 metros en su parte más ancha, que se cree que data de 1880. La historia se localiza en Australia, en un territorio salvaje de Queensland.

Estreno

Título original: «The Tree».

Dirección: Julie Bertuccelli.

Intérpretes: Charlotte Gainsbourg, Morgana Davies.

País: Australia, 2010.

Duración: 101 m.

Las dos vidas de Charlotte Gainsbourg

Por ser hija de quien es, Charlotte Gainsbourg no pudo tener una infancia normal ni tampoco una adolescencia. Con 12 añitos protagonizó junto a su padre Serge Gainsbourg el escandaloso número de la canción «Lemon incest». Después de aquello estaba preparada para cantar, para actuar o lo que fuese, y así debutó en el cine acto seguido en «Paroles et musique» de Elie Chouraqui. A los 14 años ya ganaba su primer César por «L'effrontée» de Claude Miller, realizador que ayudaría a definir su personalidad en 1988 con «La pequeña ladrona», sobre un guión legado por François Truffaut.

La etapa madura de Charlotte cristaliza en 2001, cuando protagoniza la película de inspiración autobiográfica «Mi mujer es actriz», escrita, dirigida y coprotagonizada por su marido Yvan Attal. Muchos autores se interesan por ella como la nueva Jane Birkin, ya sea Alejandro González Iñárritu, Michel Gondry o Todd Haynes. Pero la musa de todos ellos sufre un parón forzoso en 2007, por culpa de un accidente practicando esquí náutico durante unas vacaciones, que le acarrea un derrame cerebral. Una vez recuperada graba su mejor disco, titulado «IRM», que son las siglas de Imagen por Resonancia Magnética, el sonido que le acompañó en su tránsito hospitalario. Lejos de huir de la cercanía de la muerte, acepta colaborar con Lars Von Trier en las polémicas «Anticristo» y «Melancholia». Un periodo metafísico en el que se incluye «El árbol», película para la que ha sido elegida por su condición de madre de dos hijos, justo ahora que está a punto de cumplir los cuarenta. M. I.

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