El documental de Michael Winterbottom y Mat Whitecross, realizado hace dos años, es una apasionante aproximación a parte de los contenidos del libro «La doctrina del shock», escrito por la periodista canadiense Naomi Klein, tan influyente en el movimiento antiglobalización desde que publicase «No logo». Ella aparece en la película pronunciando una de sus conferencias, pero se echa de menos una participación más directa en la elaboración del guión. No cabe duda de que sus palabras la representan fielmente, aunque Michael Winterbottom ha preferido ser el máximo responsable de la interpretación del discurso sobre política económica que defiende esta mujer progresista e independiente.

Las valientes teorías de Naomi Klein sobre la expansión del capitalismo buscan una oscura conexión entre la aplicación del electroshock en siquiatría con los métodos neoliberales para controlar los recursos económicos del planeta. Igual que se aplican los electrodos sobre el paciente para vencer cualquier resistencia mental, los inversores aprovechan las situaciones convulsas de los países económicamente dependientes para forzar la intervención. Da lo mismo que se trate de un desastre natural que de un golpe de estado, porque la indefensión de cara a la presión exterior impide cualquier tipo de maniobra a favor de la nacionalización de sus bienes.

Michael Winterbottom y Mat Whitecross siguen la hoja de ruta marcada por Naomi Klein en la reconstrucción histórica del avance neoliberal. La autora sitúa el germen de dicha ofensiva capitalista en la posguerra, haciendo coincidir en los años 50 el origen del desarrollo del electroshock, a manos del doctor Ewen Cameron en Montreal, con las primeras proclamas de la Escuela de Economía de Chicago, liderada por Milton Friedman.

Ambas tendencias fueron experimentadas luego por la CIA en Chile, que despejó el camino con los interrogatorios y torturas de Villa Grimaldi, lugar revisitado en la película por Naomi Klein en compañía de Isabel Morel, la viuda de Orlando Letelier. Fue el caldo de cultivo para el asentamiento de Guantánamo durante el mandato de Bush, como consecuencia de la política invasiva aplicada en Irak y Afganistán en nombre de la democracia.

Lo que EEUU y el resto de potencias capitalistas llaman países emergentes debería llamarse, en realidad, mercados emergentes, tanto en cuanto cualquier crisis interna les condena al endeudamiento y a ser víctimas de la globalización que permite a grandes corporaciones transnacionales adueñarse de las economías más débiles y sus industrias en vías de desarrollo.