Mikel INSAUSTI Crítico cinematográfico
El cine serio
Llevo muy mal el que a quienes nos gusta la comedia se nos mire como a unos pobres infelices que todavía creen en aquellas palabras de Woody Allen, que solía decir que cuando se sentía deprimido iba a ver una película de los hermanos Marx. Puedo confirmar y confirmo que es un remedio infalible contra las penas, o por los menos funciona con los que somos simples y cinéfilos. En fin, otros se apuntan a caros cursos de risoterapia.
Ya ni me molesto en recomendar comedias a los amigos o conocidos intelectuales, pero con «Midnight in Paris» me divertí tanto que volví a caer en la tentación, y, como respuesta, encontré que ni se querían molestar en verla, tras haber leído en «Cahiers du Cinema» que es una película ligera. Por el contrario, la gente que no va de nada me suele agradecer que les avise cuando una comedia sale buena, porque es más difícil de encontrar que un melocotón sabroso y jugoso como los de antes.
A mí me gusta reírme en el cine con ganas, a nada que lo que estoy viendo invite a la carcajada. No soporto esas risitas contenidas tan típicas del público festivalero y que ya se han extendido también a los estrenos comerciales por considerarlas una forma de expresión inteligente y civilizada.
Por cierto, en Cannes no tuvieron valor para premiar a «The artist», a pesar de que fue la película que más gustó. Los casi veinte minutos de aplausos ininterrumpidos no engañan. El Jurado se puso metafísico y prefirió premiar a «El árbol de la vida», lo que demuestra que a las comedias les está prohibido aspirar a la Palma de Oro, aunque sean mudas y en blanco y negro. La Gran Depresión hizo grande a Chaplin, y la crisis actual no tiene ningún cómico, sólo indignados.