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SENTENCIA POR EL «CASO BATERAGUNE»

Los delineantes del actual escenario político

La Audiencia Nacional ha condenado a penas de hasta diez años de prisión a las personas que, según es mayoritariamente admitido en Euskal Herria, han sido los delineantes que hicieron los primeros planos del actual escenario político vasco, del que ha desaparecido la violencia de ETA.

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Iñaki IRIONDO

La salida de Arnaldo Otegi de prisión el 30 de agosto de 2008 obtuvo un enorme eco no sólo en la prensa vasca, sino también en medios europeos y americanos. Había permanecido en la cárcel desde el 8 de junio de 2007. Recién roto el alto el fuego, los ocupantes de un coche camuflado impidieron que llegara a una rueda de prensa que tenía convocada y lo trasladaron directamente a Martutene. Quince meses después, a las puertas del centro penitenciario, Otegi hizo una breve declaración ante una multitud de micrófonos y desapareció de la escena mediática. Su silencio fue utilizado interesadamente para darlo por amortizado políticamente. Pero ¿qué estaba haciendo Arnaldo Otegi?

«Hablar con la gente y escuchar», respondió él mismo cuando rompió su silencio en una entrevista publicada por GARA el 30 de noviembre. Y ahora sabemos que ese tiempo fue clave para esbozar el escenario político actual, con las armas de ETA calladas y el tsunami electoral de Bildu.

La izquierda abertzale estaba bloqueada y en su base reinaban la frustración y el escepticismo. Los que durante años habían sido sus dirigentes más visibles llevaban meses encarcelados desde la «redada de Segura», y quienes ejercían la dirección habían asumido la tesis de estar abocados a una larga fase de confrontación y resistencia. Arnaldo Otegi no compartía esa idea. Consideraba que había condiciones para buscar la acumulación de fuerzas independentistas, lo que exigía el uso exclusivo de vías pacíficas y democráticas. Según confesó durante el juicio, le asaltó una «duda existencial»: si sus convicciones no serían producto de que con el paso de los años «hay menos testosterona y mas oxitocina».

En ese tiempo de «hablar y escuchar» y de «dudas existenciales» Otegi contactó con jóvenes como Sonia Jacinto y Arkaitz Rodríguez. Jacinto le puso después en contacto con Miren Zabaleta. Y Otegi se encontró con que estas personas también compartían sus tesis, «pero encima con más energía». No era, por tanto, un problema de veteranía.

La relación de Arnaldo Otegi con Rafa Díez Usabiaga viene de lejos. Sus conversaciones siempre han sido largas, aunque fueran por teléfono. Así que no es difícil adivinar que en ese periodo no lo fueron menos. Según explicó el abogado Iñigo Iruin durante el juicio, en aquellos momentos de zozobra de la izquierda abertzale, «Rafa estuvo a punto de irse a casa, pero afortunadamente no lo hizo. Tenían que dar la batalla, la dieron y la ganaron. Convencieron a ETA y eso ya lo ha entendido la sociedad vasca, que es el sujeto más cercano».

«Una mancha de aceite»

Las personas con las que Arnaldo Otegi había ido contactando, y otras más que surgieron de la cadena de relaciones abierta, formaron lo que Miren Zabaleta definió como «un grupo intergeneracional», que estaba lanzando «un debate de una dimensión abrumadora» sobre una clave «totalmente innovadora».

En la entrevista del 30 de noviembre de 2008, en el foro abierto del Kursaal del 17 de enero de 2009 organizado también por GARA, Arnaldo Otegi comenzó a exponer en público sus ideas sobre la necesidad de articular «una estrategia eficaz» sobre la base de «confrontar con el Estado en su punto débil, el terreno político».

Lo que eran ideas personales fueron abriéndose hueco -«como una mancha de aceite», según expresión de Arkaitz Rodríguez- en las estructuras y la base de la izquierda abertzale. En enero de 2009, Otegi coincidió con Rufi Etxeberria en la Audiencia de Bilbo, donde se iba a juzgar a la interlocución de Batasuna, a Juan José Ibarretxe, a Patxi López y Rodolfo Ares. Ambos pudieron comprobar su sintonía sobre la necesidad del cambio estratégico.

El 16 de marzo de 2009 se dio un primer paso público. Catorce personas referenciales de la izquierda abertzale, con Arnaldo Otegi en el centro y Miren Zabaleta y Arkaitz Rodríguez a sus lados, ofrecieron una rueda de prensa que avanzaba la apertura de un nuevo tiempo. Algo la Audiencia Nacional ve como un indicio inculpatorio.

Los implicados en este juicio y otras personas siguieron avanzando, conformando lo que definieron como «un grupo informal y abierto», «una corriente de opinión», «un lobby» o simplemente «un grupo de militantes inquietos». Pero, al mismo tiempo, había sectores que defendían la complementariedad de la estrategia político-militar y la acumulación de fuerzas.

«El gran debate»

Las dimensiones del cambio de estrategia que se estaba planteando y las posiciones de cada parte exigían afrontar la cuestión con un debate formal. La otra opción, la que probablemente estaba buscando el Estado a través de Alfredo Pérez Rubalcaba, era la de la escisión.

Durante el mes de agosto de 2009, este «lobby» celebró diversas reuniones en la sede de LAB de Donostia por la facilidad logística que ofrecía, según se explicó en el juicio. Se consideró conveniente que para que tuviese sentido, el debate se debía abrir, en toda su profundidad, al conjunto de la base de la izquierda abertzale. Este hecho resolvía cualquier problema de legitimidad interna para abrir el melón de la estrategia, y facilitaba de esa forma el trabajo que estaban realizado aquellos que, como los encausados en este juicio, impulsaban la necesidad de una reflexión colectiva de esa envergadura.

Se preparó un documento para ese debate, que se denominó «Clarificando la fase política y la estrategia», y que -según se explicó durante la vista oral- recibió los últimos retoques y se puso en circulación por vía electrónica apenas cuatro horas antes de que decenas de policías españoles entraran en la sede de LAB de Donostia el 13 de octubre de 2009, para detener a los impulsores de este cambio de estrategia y con la intención de abortarlo. Hoy, 704 días después, está claro que no lo consiguieron.

 

 

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