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Fede de los Ríos

Llaman Audiencia a lo que es sordera

Incapaces de elaboración de estrategias como forma de solucionar los problemas, que es como algunos definen la inteligencia, se han convertido, si alguna vez no lo fueron, en el problema en sí

Decía el bueno de Montesquieu, y de eso hace ya algún tiempo, que la peor de todas las tiranías es la ejercida a la sombra de las leyes y con apariencia de justicia. Existen afirmaciones que pareciesen, muy a nuestro pesar, atemporales. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde la Ilustración y España permaneció impermeable y refractaria a sus influencias. ¿Separación de poderes? ¡Mariconadas de afrancesados! En la piel de toro, patria de Fernando VII, la continua narcolepsia de la razón, como ya anunciara Goya, no ha producido otra cosa que monstruos.

¿Pruebas de cargo contra el acusado? Una pérdida de tiempo, algo a todas luces innecesario ¡Al enemigo se le aniquila de una manera u otra! Nuestra democracia, lo más característico de ella, lo permite. La aplicación de la justicia ha pasado a ser la aplicación de la venganza.

Lo denunciaba Francisco de Quevedo, que lo experimentó: «donde hay poca justicia es un peligro tener razón». En el país de ciegos en que han convertido a España, al tuerto ya no lo hacen rey, sino que lo llevan preso.

Leyendo y releyendo la última sentencia contra Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Miren Zabaleta, Arkaitz Rodríguez y Sonia Jacinto, cómo no evocar la lúcida afirmación de Bertold Brech: «Muchos jueces son absolutamente incorruptibles; nadie puede inducirles a hacer justicia», y eso que no conoció a los herederos del Tribunal de Orden Público.

La experiencia resulta buena maestra con la que desechar ilusiones. Es cierto, pero lo que ocurre en los confines establecidos por «Isabel y Fernando el espíritu impera» ya clama al cielo. No es el no dar la talla ante los cambios de escenario político porque sus señorías son obtusas, es decir, lentas en el discurrir. Incapaces de elaboración de estrategias como forma de solucionar los problemas, que es como algunos definen la inteligencia. Es que se han convertido, si alguna vez no lo fueron, en el problema en sí. Resultado tardío de la no depuración de los cuerpos judicial y policial en la llamada transición democrática y, como no podía ser de otra manera, de tales mimbres salen tales cestos. Lo más reaccionario de Europa y hasta del África tropical que cantaba el Cola-cao luce toga y puñetas, hace un alarde de grosería y malas formas con quien considera su enemigo ganando, así, el aplauso de la caverna mediática. Cuanto más grotescos se muestren sus señorías con los enemigos públicos, más parabienes serán alcanzados y más vítores recibirán de los sindicatos policiales y asociaciones remuneradas.

La Audiencia Nacional fue creada para la disidencia y los enemigos del Estado. En su frontispicio no debiera aparecer dama con balanza alguna, sino la idéntica inscripción que figura en la puerta del Infierno de Dante: «Abandone toda esperanza, aquel que entre aquí», pues el que traspasa la puerta es ya un condenado. Lo era ya incluso antes de la detención.

Nunca fue muy dado el Estado español a la negociación. Sus antiguas colonias dan fe de ello. Una pena. A Otegi y a los otros será la movilización quien los libere. Así pues, arreando, que es gerundio.

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