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Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

El nuevo aro de la Sublime Puerta

 

Cien años después del hundimiento del imperio otomano, el hombre fuerte de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, pasea sus reales por las antiguas provincias que debían obediencia a la Sublime Puerta.

Gobernada desde hace una década por la burguesía islamista del bazar, Turquía va viento en popa y se reivindica como potencia emergente equiparable a los BRICS, mientras sus antiguos súbditos, los árabes, llevan años penando en una situación económica y política desastrosa, y que explica la actual «Primavera árabe».

Un eufemismo, este último, que esconde un fracaso histórico, y que se explica tanto por factores endógenos como exteriores.

Desde el principio, Occidente se cuidó muy mucho de frustrar las expectativas de unidad de las distintas tribus árabes y promocionó la creación de reinos de Taifas, muchos de ellos artificiales.

Países que han estallado en mil pedazos -o van camino de hacerlo- tras las recientes intervenciones aliadas, como en Irak y Libia.

Pero los propios regímenes árabes, con sus errores -entre ellos el abandono a su suerte de la causa palestina-, son cómplices de la muerte del panarabismo y de la emergencia de otras teorías unitarias como la que, desde el yihadismo, reivindica la Umma (comunidad musulmana mundial), o la que pretende conjugar islamismo con liberalismo económico.

Este último es, precisamente, el modelo turco. El que, a lo que parece, están dispuestos a emular muchos rebeldes árabes. No sé que les diría Lawrence de Arabia si resucitara. Conviene, eso sí, que recuerden que, cuando quieres copiar un modelo, corres el riesgo de que su promotor se cuele por la puerta (nunca sublime) de tu casa.

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