La primera vez que Jabier Landa se animó a pintar una pared tenía 18 años. Estudiaba diseño gráfico y dibujaba bastante bien. «Un amigo me animó a probar con un muro. Recuerdo que pintamos unas letras. Al principio, todo el mundo empieza en esto del grafiti con letras, luego cada uno se va llevando el arte a su terreno», explica. Finalmente, la afición de este uhartearra ha acabado por marcar a todo su pueblo.

El motivo primario por el cual los de Uharte han acabado por tener un mural de 42 por 12 metros en la entrada del pueblo es un poco banal: ha sido por envidia. «Recuerdo que, de pequeño, había un pequeño mural en la entrada de Atarrabia. Siempre quise que mi pueblo tuviera otro y, a ser posible, más grande. He conseguido salirme con la mía», confiesa Landa.

Pero desde que aparecieron las primeras letras furtivas de Landa hasta que terminó su gran obra hace apenas unas semanas han pasado muchas historias: decenas de viajes nocturnos a fábricas abandonadas o a puentes viejos, porque «había que ensayar». Sin embargo, el verdadero punto de inflexión consistió en que Landa pasó de grafitero anónimo a «cantamañanas».

Después de estudiar en Alemania y tener contacto con el movimiento urbano, este joven decidió acercar esta cultura a Uharte, organizando el festival de grafiteros Cantamañanas en el pueblo, que acaba de terminar su octava edición y cada vez se internacionaliza más. Por ejemplo, en esta última edición ha habido una nutrida representación de artistas catalanes y germanos.

Este festival, además de una gran acogida por los uhartearras, ha contado hasta ahora con un fuerte apoyo de las instituciones y ha ido dejando por el pueblo un reguero de enormes dibujos decorando las paredes abandonadas de muchos de los edificios de la villa.

Para el gran mural, Landa consiguió engañar a la empresa Microlan, propiedad de otro vecino de Uharte. «Tardé unos catorce días en pintarlo todo, ayudado por unos amigos y con una grúa mecánica para llegar a todas partes», afirma el grafitero. Para él, lo principal era resaltar en el mural los rasgos más significativos que caracterizan la villa. «El trabajo tenía que combinar elementos físicos -como la iglesia, la plaza, el río, las huertas...- con elementos culturales que marcasen cómo somos los de Uharte», continúa.

Así, sobre un fondo azul y verde de pintura acrílica, Landa empleó sus sprays como mejor sabe para fijar en la pared a los gigantes, al grupo de joaldunak, a un remontalari, el puente, la sokatira, el txistu y lo demás.

El resultado fue un mural tan grande que nadie puede pasar por el polígono sin verlo. Ahora, difundido con el programa de fiestas, no queda vecino que no conozca la obra de Landa, por lo que es fácil que en estas fiestas, que dieron comienzo ayer, más de uno se anime a invitarle a un cubata.

A pesar de todo, Landa tiene un competidor en la comarca. Un grafitero sin rostro que no suele bajar a echar un pote en las txosnas, pero tan popular como él.

Se trata del enigmático Fray Spray, uno de los frailes de Arre, que acostumbraba a sabotear con spray negro las indicaciones para el albergue de peregrinos municipal de Uharte para reconducirlos hasta la hospedería de Arre y hacer caja para la congregación. Esperemos que Fray Spray no se lo tome como un reto y se lance con otro mural de 42 por 12 metros.