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josé coronado | protagonista de «no habrá paz para malvados»

«Santos Trinidad es el mejor personaje que he hecho en el cine»

José Coronado no duda en afirmar que el de Santos Trinidad es el mejor papel que ha interpretado en la gran pantalla. «Es el personaje del que más orgulloso estoy en cine», reconoce. Es su tercer proyecto junto a Enrique Urbizu y Michel Gaztambide, una carrera de fondo en la que han creído los tres -director, actor y guionista- y por cuya financiación han luchado en estos últimos años.

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Xole ARAMENDI | DONOSTIA

Santos Trinidad -nombre con connotaciones bíblicas- es un antihéroe: «Es un desecho de la sociedad, un hijo de puta (con todas las letras), un antihéroe que odia todo, también a sí mismo», cuenta José Coronado (Madrid, 1957) en la habitación del hotel en la que atiende a los medios de comunicación. Llega de la proyección en la Sección Oficial y de la posterior rueda de prensa de «No habrá paz para malvados» sin ocultar su satisfacción ante los elogios de los periodistas. «He hecho cerca de cuarenta películas y nunca antes había sentido esta sensación de aceptación», afirma. Ahora sólo falta que vaya acompañada del respaldo del público. «Esta vez vamos a arrasar, se dan todos los ingredientes», augura.

Está orgulloso del trabajo realizado a las órdenes de Urbizu. «Ha sido muy minucioso, un trabajo de cirugía, donde todo estaba pensado desde el principio hasta el final». «Vivió» con Santos Trinidad durante casi cuatro años, el tiempo que necesitó Urbizu para conseguir financiación. «Participé desde el principio y tuve mucho tiempo; es un trabajo bien hecho, es así como se debe trabajar», dice.

¿Cómo abordar un personaje como el del policía corrupto Santos Trinidad? «Es un personaje insalvable. Como actor no tengo por qué justificarlo, simplemente tengo que encarnarlo -explica-. Es una huida hacia adelante. Él sabe que es un hijo de puta, la sociedad lo ha hecho así y no lo oculta. `A la mierda todo', dice. Es una persona que no tiene una razón para vivir y de pronto encuentra una para morir y ni siquiera, porque no es consciente. Acaba como acaba posiblemente sin ser consciente, pero salva al mundo», señala.

En su opinión, el protagonista no tiene redención posible ni derecho a tenerla. «Tuve que aceptarlo así y jugarlo hasta el final. El título, una cita de Isaías, ya lo marca. Está sacada de una biografía de Errol Flynn, un gran canalla. Lo escribió en su epitafio -señala-. El policía, borracho, se mete en una refriega en la que mueren tres personas y a partir de ahí empieza una caza humana intentando salvar su culo y se encuentra con algo mucho más complejo gracias al que puede `salvar al mundo'».

En realidad son dos cazas paralelas: la de Santos Trinidad por hallar al testigo que le puede incriminar, y la de la juez Chacón por descubrir al culpable del triple crimen. Santos se convierte en héroe por azar. «El azar es uno de los grandes protagonistas de la película y de la sociedad occidental, con todos los miedos e inseguridades con los vivimos en estos últimos diez años», indica Coronado. Amante del cine negro, al igual que Enrique Urbizu, coincide con el director en su visión del cine. «Al tiempo que se entretiene, hay que ir un paso más allá, aportar algo a la sociedad y hacerle reflexionar sobre lo que ocurre».

Considera que «No hay paz para los malvados» cumple el reto: «Tiene un mundo oscuro, prostitución, narcotráfico, hombres malos... ingredientes que atraerán a los amantes del género. La sorpresa es que luego desemboca en algo mucho más profundo, lo que te permite reflexionar sobre este caos en el que vivimos».

Urbizu, visionario

En este punto, incide en que Urbizu es un visionario. «Dos años antes de que saliera lo de la operación Malaya en `La caja 507' ya estábamos poniendo sobre la mesa la corrupción existente en Andalucía. Dos años después lo vi en los periódicos y ahora lo vemos a nivel europeo, occidental».

Se deshace en alabanzas hacia Urbizu, al tiempo que subraya que el filme es «un ejercicio de respeto hacia la inteligencia del espectador, algo muy loable por su parte. A diferencia de thrillers americanos que hoy en día tienden a masticártelo todo para que prime la acción y los efectos, la película tiene tantas asas a las que asirte... ahí está el pudor bilbaino de Enrique, de respetar al espectador; los invita a pensar y a sacar sus propias conclusiones».

El actor ha disfrutado con el juego de silencios y miradas. «Todo a base de insinuaciones, para que sea el propio espectador el que se construya su pasado. Es maravilloso», afirma.

Se muestra encantado de seguir trabajando con el director bilbaino, al que califica de «bestia cinematográfica». «Nos basta una mirada para entendernos -subraya-. Me conoce perfectamente y yo por él me tiro por un barranco. Nadie me ha regalado más en la profesión que Urbizu con estos tres pedazos de personajes que he hecho; soy un incondicional suyo», cuenta. Se confiesa gran consumidor de cine. «Veo una o dos películas al día. Me gustan todos los géneros y veo todo tipo de cine, de todas las nacionalidades. Me lo impuse cuando empecé en esta profesión, aparte de que me gusta, claro está. Todos te alimentan».

No quería encontrar un referente para imitarlo. «El persona tiene mimbre suficiente para sacar su propia verdad», indica. En contra de lo que le ha ocurrido con otros personajes, Coronado se olvidó de éste en cuanto terminó el rodaje. «Me lo quité rápido de encima, no me podía enriquecer en nada», dice.

Previamente, había vivido dos meses intensos en lo que simplemente, se dejó ir. «Me metí en el personaje porque es una maravilla. Santos me acaparó durante los dos meses de rodaje y casi vivía como él. Engordé siete kilos, me dejé crecer la barba y el pelo, y alimenté mi cabeza de dejadez. Me dediqué a odiarme», explica.

El hecho de que el protagonista sea policía le ha facilitado las cosas: «Llevo muchos polis a mis espaldas y sé cómo funciona la profesión». Para el actor, no hay mejor premio que «25 años de carrera continuada y pudiendo vivir de esto. Creo que la película se merece premios por todos los lados y si alguien considera que también lo merece mi personaje, lo agradeceré con toda la humildad posible», señala, no sin advertir que «lo de los premios es muy injusto».

Le atraen el cine, la televisión y el teatro, sin distinciones. «He trabajado en los tres medios. También he hecho recitales de poesía, he doblado pelis para niños, publicidad.. todo suma. Hay cosas que haces mejor o peor, pero me mantengo en la profesión porque cuando hay vacas flacas en el cine me voy a la televisión o al teatro». En ese proceso, la interpretación le da «algo maravilloso, el privilegio de enriquecer tu vida personal con las vidas de tus personajes en la medida en que quieras bucearlos».

Enrique Urbizu (Bilbo, 1962) llevaba ocho años sin estrenar película. «He estado escribiendo guiones que han estado a punto de conseguir financiación, otros han sido juzgados más duramente... También te ofrecen cosas que he preferido no hacerlas», explica.

Es mucho tiempo, demasiado, para alguien que vive el cine como una enfermedad. «Hacer cine es una condición que se vive cada día desde la mañana...», indica. Al término de la lucha llevada a cabo, y con su trabajo bajo el brazo, no duda en decir que «gana el que resiste, el que sigue la consigue».

«Vas a hacer lo peor», le dijo a José Coronado al describirle el personaje que encarnaría en su último proyecto cinematográfico. «Lo peor» es Santos Trinidad, «un policía derrotado, agotado, sin autoestima, con mucho dolor en su interior», en palabras del director bilbaino.

Es el tercer proyecto -después de los filmes «Caja 507» y «La vida mancha»- en el que el realizador cuenta con dos de sus máximos aliados en esto del cine: el guionista Michel Gaztambide y el actor José Coronado. Urbizu, poco amigo de perder tiempo en los rodajes -«el presupuesto ajustado tampoco lo permite»- elogia la concreción de Coronado a la hora de trabajar.

Al hablar de referentes, indica que no se siente deudor del cine negro EEUU. «La patria de un cineasta son las películas, el cine, su lenguaje y puedes aprender de muchos. Además, al hablar de arqueología llegas a Europa, una y otra vez. Todavía tenemos complejos», afirma.

No cree que haya que ir muy lejos a la hora de buscar temas que tratar. «En nuestro país hay delincuencias organizadas, mafias internacionales... somos un pasillo para la droga. Cualquier periódico está lleno de serie negra. Creo que la forma de las películas viene de lo que estás contando y es aquí y ahora. Los bares son los que pisas en tu barrio y el panorama humano del filme es español por los cuatro costados...», cuenta sonriendo.

El realizador ha querido trasladar al espectador el clima social de incertidumbre que se vive actualmente. «Uno de los actores dijo que estamos vivos de milagro y es cierto: esto de la seguridad internacional no está muy claro...», dice Urbizu.

Aclara que no ha sido su objetivo abordar el tema del 11-M. «Me da mucho pudor, hay mucho sufrimiento detrás», reconoce.

La película llega a las pantallas el próximo día 23. Indica que siente confianza con este último trabajo, aunque el hecho de que la gente vaya a verla «es el misterio de este oficio. Los que las hacemos no tenemos ni idea sobre ello, y tampoco conviene, porque estarías mediatizado, pensando en lo que deberías hacer». X.A.


 

 
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