Kim Ki-duk abre la competición sin aspirar a conseguir la Concha de Oro
El surcoreano Kim Ki-duk levantó más de una ampolla entre la crítica de Zinemaldia con su última producción, «Amen», que se exhibió ayer en Sección Oficial, y que muestra su lado más experimental y «sincero», según declaró ante la prensa. El director asiático aseguró que el título le sirvió para «liberarse del sistema, de los espectadores y del capital» y que, cuando supo que se proyectaría en Zinemaldia, no pensó en que lucharía por la Concha de Oro.
Ariane KAMIO | DONOSTIA
Kim Ki-duk (Corea del Sur, 1960) regresa a Zinemaldia con una película muy personal y casi improvisada. «Amen» es, por decirlo de alguna manera, una producción unipersonal, ya que ha sido ideada, grabada y financiada por el cineasta asiático. Se trata casi de un proyecto experimental en la carrera de Kim Ki-duk, quien ya ha visitado Zinemaldia en otras dos ocasiones. La última vez lo hizo en 2008 con «Be-Mong» («Dream») y la anterior, en 2003, con «Spring, Summer, Fall, Winter... and Spring», con el que se embolsó el premio del público. Fue capaz además de ganar en un mismo año el León de Oro de Venecia con «Hierro 3» y el Oso de Plata en Berlín con «Samaritan Girl».
Siendo como es ya un director consagrado, los cinéfilos locales aguardaban con expectación la proyección de «Amen», que fue mundialmente estrenada en Donostia. Sin embargo, el proyecto del surcoreano causó sorpresa entre los asistentes, al presentar una película de ficción que en muchas ocasiones salta al campo del documental, con una única actriz como protagonista y rodada a saltos entre París, Avignon y Venecia.
El propio director aseguró que «tenía ganas de liberarme del sistema, de los espectadores y del capital», por lo que, cámara en mano, ha recogido la película de una joven que viaja desde Corea del Sur a París en busca que su pareja, de la que no tiene noticias desde hace meses. Pese a esta epifanía formal, el sello de Kim Ki-duk está más que presente, para bien y para mal, en la actualización de la figura de la virgen. Con Kim Ye-Na como musa, «Amen» sigue a esta nueva María en su camino errante por ciudades como París, Venecia o Avignon, reacia a entender el embarazo por obra y gracia de un Espíritu Santo violador que lleva traje de camuflaje y máscara de gas y con una actitud más sufrida que iluminada. Tardará en pronunciar el «hágase en mí según tu palabra».
«Soy un hombre y, por tanto, mi mundo es la mujer. Creo que hay muchos malentendidos entre mi cine y los espectadores, así que tendré que cuidarlo un poco más», se disculpó el realizador en una conferencia en la que la prensa se mostró muy hostil.
Kim Ki-duk reconoció sin tapujos que es una película «sincera», con la que ha pretendido resolver sus propias curiosidades, y que su intención no ha sido realizar un título para que «me den las cinco estrellas de la crítica».
La temperatura de la rueda de prensa subió con estas declaraciones, pero casi hizo arder de indignación a los allí congregados cuando aseguró que «quería venir a este festival para mostrar mi película fuera de competición». «Creo que ya he ganado bastantes premios. ¿Es para tanto recibir la Concha de Oro?», declaró.
Ahora, lejos de conquistar, la cinta molestó en Donostia a muchos espectadores por licencias como la de no eliminar el sonido de fondo -«el ruido es el sonido de la vida», dijo-, o la aparición de la sombra del director en algunos planos o la ausencia del guión. «El cine de hoy tiene mucho envoltorio y poco contenido», concluyó.
Kim Ki-duk aseguró que su cinta no es «sobre el sufrimiento, sino sobre cómo este episodio extremo de su vida la acerca a la esencia de la vida y le hace encontrar respuestas. En el cine hay mucho capital pero poco contenido. Quería ser más sincero en esta película para resolver mis curiosidades», apuntó.