Marta Rovira Secretaria General de ERC
Cambia el escenario pero se mantienen los actores, ¡ojo!
El anuncio del cese definitivo de la violencia por parte de ETA debería abrir un nuevo escenario y no albergo dudas de que va a ser así. Pero ante la reacción manifiestamente incómoda de poderosos sectores de la sociedad política y mediática española no cabe más que poner en tela de juicio eso de que en democracia y ausencia de violencia todo es posible. Ese pronóstico que durante años repetían los altos mandatarios del Gobierno español parece desvanecerse por momentos y ahora se revela con meridiana claridad como un pretexto coyuntural.
De no ser así, no se entiende el nerviosismo de muchos y las airadas palabras con que la caverna mediática española, la Brunete, ha tomado la palabra para soliviantarse y arremeter con uñas y dientes contra la declaración de una organización armada diciendo que pone fin a sus actividades. Aducen que es una humillación a las víctimas y que no es equiparable el conflicto vasco al conflicto irlandés.
Empecemos por esto último. De lo que no hay un atisbo de duda ya es que España no es Gran Bretaña. O dicho de otra manera: que la democracia española no es, ni por asomo, equiparable a la británica. Es algo mucho más frágil, inconsistente y gestionado con la participación de unos señores que son el retrato vivo de sus predecesores. De ahí que muchos sigan sin condenar el franquismo y que otros como Peces-Barba se atrevan a burlarse de los bombardeos sobre Barcelona que, por ende, es la ciudad más bombardeada de la historia de Europa. Y eso que Peces-Barba es militante del PSOE y que anda a la greña con la derechona de toda la vida. Pero en eso, lamentablemente, se asemejan muchísimo más de lo que quisieran reconocer. Comparten un nacionalismo de estado que observa con desdén a Euskal Herria y Catalunya -en este caso de forma muy particular y con manifiesto desprecio- y que alude a unos y otros como nativos a los que hay que meter en vereda y someter a las leyes, costumbres y lengua de Castilla.
El tema de las víctimas es, sin duda, materia sensible y altamente inflamable. De ahí la irresponsabilidad de utilizar el dolor propio o ajeno como arma arrojadiza, de ahí la gravedad de fomentar el odio en vez de dedicar las energías a la reconciliación y a superar todo el dolor padecido que, ciertamente, no es poco. Sin olvidar, no obstante, que el sufrimiento y el dolor no son patrimonio de unos o de otros sino de todos los que lo han padecido. Y llegados a ese punto no vale ignorar que dolor y víctimas las ha habido en demasía y en todos los lugares y circunstancias. ¿O no es una víctima esa mujer que muere en la carretera tratando de ver a su hijo preso en Cádiz a causa de la política de dispersión? ¿O no han sufrido las familias de jóvenes torturados hasta la muerte y enterrados en cal viva bajo el amparo del Estado? Por supuesto, como todas esas personas víctimas de un atentado de ETA, fuera una chiquilla en Hipercor o el presidente del Consejo de Estado tiroteado en plena calle. Por no hablar de los centenares de miles de muertos y exiliados de la Guerra Civil, muchísimos de los cuales murieron sin tan siquiera poder dejar un ramo de flores en la tumba de sus seres más queridos.
Si el PP gana por mayoría las elecciones políticas en España, como coinciden todas las encuestas publicadas, parece más que probable que pongan muchos reparos a un proceso que debería resolverse en clave democrática (recordemos los presagios sobre la ausencia de violencia). No sólo eso, el discurso involucionista y recentralizador ha tomado carta de naturaleza. No sólo en el PP, también en el PSOE. Y es posible que si Rajoy se instala en la Moncloa sigan azuzando rencores y que muchos de los suyos exijan un programa de máximos, lo que se traduciría probablemente no sólo en zancadillas al proceso de paz, también en provocaciones buscando escenarios inconfesables.
Huelga decir que el PP, siendo benevolente, no es un partido de tradición democrática. Y que en España la democracia es un fruto que ha germinado sobre la amnesia y la impunidad más absoluta y sin parangón.
Ante eso, no olvidemos con quién estamos jugando la partida y quiénes se erigen como antagonistas de cualquier proceso democrático que se base en el respeto al derecho a decidir y en su ejercicio con todas las consecuencias. Porque nuestro objetivo no es otro que poner fecha a la democracia.
Habrá que estar preparados, no sucumbir a provocaciones y no permitir que nos amedrenten. Pero teniendo claro que deben prevalecer las voluntades de la mayoría de los ciudadanos, en el norte de la Península y en la costa mediterránea; que debemos perseverar y que en ese cometido debemos aunar esfuerzos catalanes y vascos. Espero que podamos hacerlo, a corto plazo, en el Congreso español, representando a nuestros respectivos pueblos, tomando nota de la letra de esa canción mítica de Lluís Llach que dice aquello de «Si tu la estiras fuerte por aquí y yo la estiro fuerte por allá, seguro que la estaca caerá».