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Miranda july | CINEASTA Y ARTISTA MULTIDISCIPLINAR

«Las distintas etapas que he pasado han hecho que prestara más atención a la ligereza del tiempo»

Le dicen «multitalento» y se limita a sonreír sin dejar asomar la mueca de «lo-he-escuchado-muchas-veces». Después de captar la atención con su primera película, cuatro años más tarde presenta «El Futuro», cinta en la que ha plasmado su estilo más puro.

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Janina PEREZ ARIAS | BERLÍN

Miranda July (Vermont, Estados Unidos, 1974) tiene ojos como de muñeca. Casi redondos y muy azules. Sus rizos están controlados, pero la inquietud de su pensamiento se pone de manifiesto en su indumentaria. July hace que una hemorragia de estampados, con tendencia al vintage, encuentre armonía solo en ella. La escritora y artista se buscó una nueva ocupación, la de directora de cine, en 2007 cuando «Tú, yo y todos los demás» le permitió lucirse como una mujer orquesta, al frente y detrás de la cámara, incluyendo la concepción de la historia. Ganar la Cámara de Oro en el Festival de Cannes por su debut la puso bajo el foco de atención, para alcanzar el estrellato en la constelación del cine independiente.

Con «El Futuro», cuyo estreno mundial tuvo lugar en el Festival de Berlín y que hoy llega a las salas comerciales del Estado español, toma otra vez las riendas en todo el sentido de la expresión. Sin embargo, antes tuvo que deshacerse del vértigo que le dejó su primer éxito. «En realidad, no tenía prisa», argumento en su no tan improvisado catálogo de explicaciones. Con la historia de Sophie (July) y Jason (Hamish Linklater) se confirma la impresión que dejó su primer intento como realizadora. Aunque en esta oportunidad «El Futuro» se asemeja más al juego de estampados y estilos que lleva encima Miranda July; y lo que nació como un performance, mutó en la historia que sería llevada a la gran pantalla en 21 días de rodaje.

Paw Paw es un gato que, desde su jaula de una residencia de animales, habla de sus «potenciales» amos adoptivos, la pareja compuesta por Sophie y Jason, en la treintena y con cierta tendencia al pánico fácil -«en cinco años tendremos 40. ¡Y 40 es casi 50!», saca cuentas Jason con cierto espanto-. La pareja en cuestión vivirá cambios en sus respectivas vidas. Él dejará los ordenadores para ponerse a vender árboles en pro de la ecología; ella durante treinta días intentará hacer «bailes creativos» para colgarlos en Youtube. En esa búsqueda, al filo del fracaso, y a la espera de que se cumpla el mes para ir a buscar a Paw Paw, no tardarán en aparecer el alejamiento, el hastío, la infidelidad y, al fondo, el turbio porvenir.

Habrá escuchado a menudo que «El Futuro» genera sentimientos encontrados...

(Se sonríe). Sabía que quería hacer algo que no fuera predecible, que no se supiera mucho hasta la mitad y que, de alguna forma, me engañase, me hiciera pensar si era un tipo de película diferente o que podría ser peligrosamente cercana, que diera cierto miedo hacerla.

¿Por qué eligió contar la historia desde la perspectiva del gato Paw Paw?

No es fácil hablar del amor, de los sentimientos, de la nostalgia de una forma nueva, ya que estamos acostumbrados a referirnos a esos temas de una misma manera. Por eso sentí la necesidad de encontrar un medio nuevo para referirme al amor, al sentimiento de pérdida, no solamente para los espectadores, sino también para mí misma.

¿Cómo dio con la voz del gato?

Eso lo decidí casi al final, porque iba a hacerlo otra persona. Para ello estuve trabajando con personas muy capaces, que leyeron bien las líneas del gato, pero que al mismo tiempo trataban de imitarme. Llegó el momento en el que pensé que podría hacerlo yo misma.

¿Se ve reflejada en el personaje de Sophie?

En la época en el que hice la performance, compartí mucho con ese personaje y se fue haciendo cada vez más parte de mí. En esta fase de mi vida todas mis amigas están empezando a tener hijos, yo me casé... Pasé por muchas etapas que hicieron que le prestara más atención a la ligereza del tiempo. Parece muy autobiográfica, pero yo no tengo nada que ver con la danza, no sé bailar tan bien. Me gustó el elemento visual que da el movimiento; tal vez no tan bueno para un libro, pero sí para el cine. Por momentos me sentí avergonzada de Sophie; hace cosas poco agradables, pero me dije que de alguna forma tendría que sacar algo bueno de allí.

Está tan llena de proyectos, de ideas, de energía, muy al contrario de los protagonistas de «El Futuro», quienes solamente tienen «intenciones». ¿Es eso lo que ve en gente de su generación, en sus amigos y conocidos?

En la vida real, todos mis amigos saben que tomo mucho de ellos y de sus parejas. Una de mis mejores amigas, de mis tiempos de estudiante, era bailarina, muy creativa, y al ver la película dijo: «¡Es sobre mí!» (risas). En parte es cierto, porque también tiene paralelismos conmigo; pude poner mis miedos en esa historia, aunque no es mi vida directamente.

Existen diferentes versiones de por qué Miranda Jennifer Grossinger optó por el poético apellido July. Y no es de extrañar que todas, algunas convertidas en leyendas, sean de su propia creación. Le han colgado muchos calificativos a Miranda July, pero tal vez el más acertado sea el otorgado por el rotativo británico «The Guardian»: «Una de las afortunadas que todo lo puede». Frase a la que se le puede añadir, en el buen sentido: y lo que no puede, se lo inventa. No es por nada, pero este encantador «bicho raro» ha triunfado en la Biennale di Venezia en su rol de artista, así como en el mundo editorial en 2007 con su libro de cuentos «Nadie es más de aquí que tú» (Seix Barral), al cual le siguieron otros títulos que tuvieron buenas ventas. El más reciente es «It Chooses You» (2011).

Viendo todo lo que hace, se puede pensar que su día tiene más de 24 horas. ¿Cómo es la creación diaria?

Siento que me muevo como en cámara lenta. Gran parte de mi proceso tiene que ver con sentir que ha sido por casualidad o que lo estoy haciendo para divertirme, aunque esté bajo presión. Mi día comienza muy lentamente por la mañana: me pongo a leer aún en pijama y es como crear una ilusión de relax. Cuando me tomo un descanso, de verdad que logro desconectar, olvido todo lo que tenga que ver con trabajo. Eso es importante.

Creció en un ambiente intelectual y por eso se puede pensar que es muy intensa, ¿cree que la gente tiene una idea falsa de usted?

Soy intensa, pero no intelectual, porque en realidad no fui a la universidad, la abandoné (risas). Soy más bien creativamente intensa, aunque solo para mí misma (reflexiona). Al final mi salvación es el humor, tanto en mi trabajo como en la vida cotidiana. Cuando estoy en situaciones difíciles o en las que no me siento cómoda, empiezo a hacer chistes mentalmente.

Tomando en cuenta su trabajo y que está casada con Mike Mills (desde 2009), ¿es difícil vivir con un director de cine?

Yo lo que quiero es tener el apoyo normal de mi marido, no quiero críticas. Por eso hemos decidido no compartir el proceso de la película. Para ser honesta, me parece que cada proyecto es una cosa bastante privada, así que hacemos como si yo (o él) fuera la única persona que está haciendo un filme, llegando al punto de ignorarnos. Eso es duro.

Después de conseguir que tanta gente le siguiera por su primera película, ¿sintió alguna presión al hacer «El Futuro»?

Sí, porque ya tenía más conciencia de mi trabajo. Fue una cosa de suerte, y la acogida de mi primera película fue determinante para seguir haciendo otras cosas que ya venía realizando desde hacía mucho tiempo, como mis performances, terminar mi libro de cuentos... Como fue todo tan de repente, parte de mis sentimientos en aquel entonces tuvieron que ver con que no me sentía identificada con ser directora de cine; hasta reaccioné con un: «¿Estáis bromeando?». Entonces, al no poder simpatizar con esa identidad, sentí cierta presión; sin embargo, orgánicamente me fui dirigiendo a mi segundo proyecto cinematográfico.

¿Cómo logró deshacerse de la presión?

En cierto sentido dejé de comparar «El Futuro» con mi primera película, la cual hice en mi veintena y ahora estoy en mis 30 (se sonríe). Mi primer filme se convirtió en una especie de viejo amigo; fue maravilloso, aprendí mucho de él, pero ya es hora de seguir adelante. Para bien o para mal.

 

Estreno

Título original: «The Future».

Dirección y guión:

Miranda July.

Fotografía: Nikolai Von Graevenitz.

Música: Jon Brion.

Montaje: Andrew Bird.

Producción: Gina Kwon, Gerhard Meixmer y Roman Paul.

Intérpretes: Miranda July, Hamish Linklater, David Warshofsky, Isabella Acres.

País: EE.UU.-Alemania, 2011.

Duración: 91 minutos.

Género: Cine indie.

Miranda July se somete a terapia de pareja

Entre Cannes y Sundance lanzaron hace seis años a Miranda July con su ópera prima «Tú, yo y todos los demás». Pero en el tiempo transcurrido desde entonces la artista multidisciplinar se ha dedicado a muchas otras de sus actividades creativas, entre ellas la de escribir relatos cortos que luego ha acercado al público a través de distintas performances. Uno, de título demasiado largo, ha dado lugar a su segundo largometraje que ha preferido llamar simplemente «El futuro». En la puesta en escena previa en directo solía escoger a una espectadora y a un espectador para formar la pareja del relato, pero en la pantalla es ella misma la que intenta conjuntarse con su compañero de reparto Hamish Linklater. La propia Miranda July es también la encargada de poner voz al gato Paw Paw, que hace las veces de narrador o introductor de los personajes humanos, mientras espera a ser recogido por ellos en un refugio para animales. Sus adoptantes sienten el peso de la responsabilidad de tener que cuidar de la mascota, para lo que no están preparados. MIkel INSAUSTI

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