Aunque «The Artist» fue la película más ovacionada y la mejor valorada por la crítica en el Festival de Cannes, el jurado no se atrevió a conceder la Palma de Oro a una película muda en blanco y negro, que estaba hecha en el Estado francés y versaba sobre el Hollywood clásico. Y, sobre todo, porque Michel Hazanavicius, su director, todavía no era nadie dentro del panorama del cine de autor y se le conocía por dos realizaciones comerciales. Así que optaron por concederle el premio al Mejor actor a su protagónico Jean Dujardin. Pero las cosas caen por su propio peso, y desde entonces la película no ha parado de recibir reconocimientos, especialmente en EEUU, donde la crítica se ha rendido a sus encantos. Son, además, premios decisivos e influyentes de cara a los Óscar.

La mayoría de las creaciones que renuncian hoy en día a los diálogos y al color suelen ser experimentales, pero «The Artist» no lo es. Es una obra cien por cien cinéfila que devuelve al público el gusto por la expresión cinematográfica pura, no contaminada. Explora en la importancia histórica de los artesanos europeos que llegaron a Hollywood para hacerlo grande. Su argumento, que ha sido comparado con los de «Ha nacido una estrella» y «El crepúsculo de los dioses», utiliza la transición del cine mudo al sonoro para contar la evolución de una pareja artística cuyos destinos resultan opuestos, porque mientras al uno el desarrollo técnico del cinematógrafo le perjudica, a la otra le favorece, haciendo que sus carreras decaigan y asciendan, respectivamente.

Jean Dujardin y Bérénice Bejo, actriz casada con Hazanavicius, forman esa pareja que en lo cómico y melodramático se inspira en la que formaban William Powell y Myrna Loy dentro de la serie «The Thin Man», aunque por parte de él también hay referencias a Douglas Fairbanks y «The Mark of Zorro». Cuando bailan son Fred Astaire y Ginger Rogers.