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Mikel INSAUSTI | Crítico cinematográfico

La más imposible de las misiones


No voy a entrar en la polémica del contrato millonario que el pelirrojo firmó con Antena 3, porque lo que me interesa es hablar del tipo de fórmula televisiva que maneja, basada en el carácter eminentemente promocional con que está planteado de cara a los invitados. Éstos se prestan a un sinfín de bromas y gamberradas, conscientes de que han de pasar por el aro para publicitar sus espectáculos, discos, libros o películas.

Y yo hubiera jurado que lo que vi el otro día fue una perfecta y engrasada máquina propagandística. La estrategia de lanzamiento de la película que venía a presentar Tom Cruise se basó en demostrar que el actor, que está a punto de cumplir los cincuenta, sigue tan en forma como en la primera entrega de la franquicia «Misión: Imposible». Para ello recurrieron al infalible sistema del antes y después, mostrando una foto actual y otra de los 90, en las que no se apreciaba diferencia alguna en un rostro tocado por el secreto de la eterna juventud.

Pues, ni por esas. A la mañana siguiente, tomando el café en un bar oigo a dos señoras en la mesa de al lado, diciéndose la una a la otra «¿viste ayer lo estropeado y feo que está Tom Cruise?». La belleza y el efecto del paso del tiempo son las dos cosas más subjetivas que existen.

Todavía no me he recuperado del impacto que me causó la aparición de Tom Cruise esta misma semana en el programa de televisión «El hormiguero». El actor se sintió en todo momento como en su propia casa, porque para algo el show de Pablo Motos es el más yanqui de cuantos se hacen en el Estado español.
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