Mikel INSAUSTI

Que nadie se engañe pensando que el cuento ha evolucionado, o que se le ha querido dar la vuelta buscando una actualización u otra lectura diferente. No hay nada de eso detrás de la última irreconocible y supuesta versión del original de los hermanos Grimm, del que apenas queda el nombre de la protagonista y algún que otro elemento imprescindible como el espejo mágico o la manzana envenenada. La falsa adaptación, porque así debe ser calificada, no es más que un pretexto de Hollywood para sacar la narrativa de aventuras fantásticas de donde no la hay, una vez que las voluminosas sagas literarias de Tolkien o Lewis han sido totalmente exprimidas.

La inspiración de «Blancanieves y la layenda del cazador» procede directamente de la trilogía cinematográfica de «El señor de los anillos», hasta el punto de que el primerizo Rupert Sanders copia sin disimulo a Peter Jackson. Para que nadie pueda hablar de plagio, la realización recurre a la trampa de la multireferencialidad, a resultas de la cual la película termina siendo un refrito del trailer de «El Hobbit», «Las crónicas de Narnia», «Juego de tronos», «Robin Hood», «Juana de Arco», «Braveheart», «La princesa Mononoke», «Legend», «Avatar» y otras tantas películas de ayer y de hoy que no voy a incluir por falta de espacio.

Lo mejor de la función, y tal vez lo único por lo que merece ser tenida en cuenta, es por el extraordinario reparto elegido para representar a los enanos. Todos ello están estupendamente caracterizados en su reducción de tamaño, la cual permite disfrutar de Bob Hoskins, Toby Jones, Ian McShane, Ray Winstone, Nick Frost, Eddie Marshan y Brian Gleeson. Por lo demás, el duelo de bellezas entre la Madrastra y Blanca Nieves resuelto en favor de la segunda, resulta difícil de creer en las interpretaciones de Charlize Theron y Kristen Stewart, a pesar de la diferencia de edad entre ambas. Dejémoslo en que la chica es más moderna y puede pasar por heroína de acción.